El libro, esa caja de palabras
“La proporción de lectores con respecto al resto de la sociedad es muy pequeña. Los lectores son una élite, pero una élite a la cual todo el mundo puede pertenecer.”
Alberto Manguel
Si alguien de otro planeta llegara a este lugar, se preguntaría dos o tres cosas: “¿Qué llevan en esas cajitas? ¿Por qué hay tanta gente?”… El sitio quizá le parecería un océano lleno de personas. “¿Así ha sido siempre o éste es un fenómeno único del siglo XXI?
Tal vez yo le respondería: Sí, son cajas de palabras… Hay mucha gente, sí, son lectoras y lectores o interesados en la lectura, porque aquí se demuestra que la comunidad de escritoras y escritores, de lectoras y lectores, es una élite que crece y se recrea, se reinventa. Y así ha sido siempre…
Se pondría buena la conversación con ese personaje sobre una feria internacional del libro celebrada en Guadalajara, Jalisco, que es un acontecimiento que sólo se da cada año. Y que se da en el marco de una ciudad acelerada, congestionada, intensa, fugaz, electrizante, posmoderna. Ahí, en la sede de la Expo, en la FIL GDL 2024, se reúnen no solo autores y autoras junto con una sociedad lectora diversa, apasionada, plural, sino un sinfín de profesionales del libro: editores, redactores, traductores, diseñadores gráficos o genios del arte editorial (como les dicen en Colombia); ilustradores o dibujantes, impresoras e impresores, vendedoras y vendedores, promotoras y promotores, funcionarias y funcionarios de la esfera pública cultural, dueños de diferentes empresas de la industria editorial y demás.
Detrás de las ferias de libros hay cientos o miles de casas editoriales con signos o marcas de encuentros, reencuentros y desencuentros. Hay empresas editoriales trasnacionales que tienen filiales en México, cuya lengua predilecta es la financiera. Para sus dueños los valores están registrados en forma de libras, euros o dólares. A veces en pesos. Potentes organizaciones que dominan el campo literario y que tienen las fuerzas económicas y comerciales para crear o influir en los comités que deciden premios, reconocimientos y medallas nacionales e internacionales. En ello descansa cierta legitimidad de la pluma, no toda.
Algunos les llaman cacicazgos literarios. Otros, simplemente les denominan las hegemonías del libro y la cultura. Un negocio rentable para la universidad local, desde hace tiempo, décadas. Le justifica, sin embargo, el acceso popular a la cultura escrita. En 1910, en México, tener un libro en casa era tan difícil y lejano como tener, hoy, un piano clásico.
Hay empresas editoriales que cuentan con una tradición cultural no lucrativa y que preservan la idea de que el libro es una extensión de la creatividad, la imaginación y el conocimiento. Así, hay pocas casas editoriales que forman parte de una política pública cultural de una nación. Es el caso del Fondo de Cultura Económica (FCE), en México.
La gente en las ferias también es diversa. Aunque cada vez hay más niñas, niños, adolescentes y jóvenes en el lugar, que se acercan a las cajas de palabras con curiosidad e incertidumbre, también son fieles a las portadas y contraportadas de los libros las y los adultos menores, así como las y los adultos mayores. Es la resistencia al hábito de ver pantallas; es la contracultura al consumo de los equipos inteligentes y sus contenidos, que no son tan inteligentes, porque no pueden robarnos el conocimiento y las emociones. Algún día, pronto, se romperá esa muralla.
En este lugar y durante una semana, te puedes encontrar pequeños, medianos y gigantescos sitios de exhibición de libros (los famosos “stands”). Pero no sólo eso, porque encontrarás salas de conferencias, conversatorios, diálogos, proyecciones, demostraciones, promociones, aprendizajes y enseñanzas en todas las dimensiones imaginarias. Esas son las formas que toma la feria.
Una modalidad de encuentro con la y el lector, es la que se ha organizado para las y los escritores “book stars”: Las editoriales poderosas han diseñado unos sets con pantallas gigantes detrás; con una mesa y una silla al frente para que las estrellas de la literatura (famosas o consagrados y no tanto) se sienten a firmar sus libros para gusto y emoción de las y los fans. Bueno, hasta les colocan cordones y postes para que las y los fans acelerados no se acerquen demasiado a la famosa autora o al brillante escritor. Esos sets ridículos me recordaron a aquellos lugares donde, en las ferias navideñas, uno puede llevar a sus niñas y niños a tomarse una foto con Santa.
Los libros no andan solos. Requieren del acompañamiento de una taza de café, y si no, de un vaso desechable. También debe acompañarse de una silla, una banca, un sillón o de un espacio de tierra. Y de una mesa, un escritorio, una barra, un atril o a mano limpia. Y claro, se requiere de iluminación, ya que no se pude leer sin un foco, una lámpara, sin la luz del día o una vela encendida, salvo en el caso de los libros impresos en Braille. Esas son las costumbres y los hábitos de la lectura, que aceptan toda clase de fórmulas y algoritmos. Esas son las lenguas y los lenguajes de los libros.
Pero ¿qué es la lectura? “Venimos al mundo en búsqueda de narrativa en todo lo que nos rodea”… “el paisaje, el cielo, los rostros de los demás, las imágenes y palabras que crean nuestra especie” diría Alberto Manguel.
Las cajas de las palabras también contienen numeritos y dibujos o ilustraciones. Tampoco la palabra, dentro de las cajas, anda sola. Y si nos vamos al detalle, como colofón, también hay ahí sopas de letras.
¿De qué quieres tu libro? Como en las tiendas de paletas y helados, hay de todos sabores y colores, es decir, para todos los gustos y preferencias: Hay de biografías, de aventuras, de ciencia ficción, de historiografía, de educación, Pedagogía y didácticas (libros de texto, les dicen, ¿no todos los libros son de texto?); de literatura infantil y juvenil; jurídicos, de económía, de Filosofía, de batallas, de bellas artes, de arquitectura; libros nuevos, de viejo o seminuevos. Hay de deportes, de novela policiaca, de toreo, de colecciones periodísticas, de dramaturgia o teatro; de ensayo, poesía, cantos y música; de fotografía, de cine, de radio y de televisión; de ciencias, medicina y metafísica. ¿De qué quieres su cajita?
El texto, la ilustración y el contexto
Una letra y una palabra son así mismo expresiones de la gráfica, pinturas ingeniosas plasmadas sobre papeles. En la era de las nuevas tecnologías o en las versiones 5.0 de la Web, las letras y las palabras son imágenes recreadas dentro de un código binario. ¿Está declarada la pena de muerte para la tinta y el papel?
El libro es un objeto cultural, de imaginación y conocimiento, pero en el caso de las maestras y los maestros es una herramienta de trabajo.
Una feria nacional o internacional de libros habla por sí sola acerca de la rentabilidad de la cultura escrita. O nos narra sobre la crítica de la razón impura, o sea, sobre la pura realidad. Ahí se lanza, a través de la feria, un mensaje subliminal: el libro no sobrevive sin lectores. O “el libro no sobrevive sin financiamiento o patrocinios, oficiales y no oficiales”. Porque, desde hace años, hasta Gandhi vende libros y cultura, pero su dolor de muelas comerciales no se da arriba, sino cada vez que baja al sótano. Es el tiempo de Diana la cazadora, cuyo apellido no es Porrúa.
Pese a todo, vive el libro; el libro vive. El libro, esa caja de palabras.
*Regresa al inicio de este texto y descubre los nombres de algunas casas editoriales o distribuidoras de libros que hay en él.
Juan Carlos Miranda Arroyo: @jcma23