Insensibilidad racional
Hace algunos meses leí el artículo “¿Los gobiernos siempre toman decisiones impopulares a sabiendas? Cómo la inexactitud perceptual afecta las decisiones” de Chris Butler, de la Universidad de Manchester (Butler, C. (2023). Do Governments Always Take Unpopular Decisions Knowingly? How Perceptual Inaccuracy Affects Policy Decisions. Representation, 1–18. https://doi.org/10.1080/00344893.2023.2281312)
El autor explora las complejidades detrás de la toma de decisiones gubernamentales; en particular se enfoca en las políticas públicas impopulares. Estos son los principales puntos que recuerdo del artículo:
Gobernanza racional versus gobernanza receptiva: Tradicionalmente, los fracasos de los gobiernos para alinearse con las preferencias de los ciudadanos se explican a través de una lente “racional”, donde, supuestamente, los líderes priorizan los beneficios a largo plazo sobre las ganancias políticas inmediatas. Esta perspectiva sugiere una decisión consciente de ser “responsable” en lugar de simplemente “receptivo” a la opinión pública.Inexactitud perceptual: Butler introduce la idea de que, la mayoría de las veces, los tomadores de decisiones no son conscientes de la impopularidad de sus decisiones. Sostiene que los juicios erróneos sobre el sentimiento público pueden conducir a opciones costosas. Los líderes gubernamentales con frecuencia ignoran o malinterpretan las señales que indican una posible reacción negativa de los ciudadanos.Casos: El artículo examina decisiones políticas importantes del Reino Unido donde los principales responsables de la toma de decisiones subestimaron el impacto negativo de estas políticas. En su lugar, favorecieron la información que confirmaba sus creencias y preferencias políticas existentes, lo que es un ejemplo de “razonamiento motivado”.Insensibilidad racional: Butler define un concepto que denomina “insensibilidad racional” (“rational unresponsiveness”), en el que los responsables de la toma de decisiones asumen riesgos conscientemente pero no consiguen medir con precisión la reacción del público. Esto puede ocurrir cuando intentan mitigar un daño político formulando decisiones de forma positiva o programando su aplicación estratégicamente dentro del ciclo electoral.Implicaciones para la ciencia política: Los hallazgos del artículo desafían las teorías existentes que suponen que los actores políticos pueden evaluar con precisión la opinión pública antes de tomar decisiones. En cambio, ponen de relieve una laguna en la comprensión de cómo los sesgos cognitivos y las imprecisiones perceptivas influyen en los resultados de las políticas y el gobierno.
La investigación de Butler contribuye a una comprensión más profunda de la interacción entre las acciones del gobierno y el sentimiento público. Las decisiones impopulares no siempre se toman con plena conciencia de sus posibles repercusiones.
La “insensibilidad racional” es un concepto que describe el fenómeno en el que los líderes políticos toman decisiones impopulares, o que no se ajustan al sentimiento público, bajo la creencia de que están actuando en el mejor interés de la nación.
Esta mentalidad puede conducir a desconexiones significativas entre los funcionarios electos y los ciudadanos, lo que resulta en políticas que no reflejan la voluntad del pueblo.
La “insensibilidad racional” ocurre cuando los tomadores de decisiones priorizan sus preferencias políticas, o los beneficios percibidos, por encima de la opinión pública. Los políticos pueden operar bajo el supuesto de que saben todo mejor que sus electores, lo que es bueno para ellos. Esto los ciega y los lleva a descartar las señales que indican una posible reacción negativa.
Este comportamiento se ve reforzado por el “razonamiento motivado”, donde los líderes interpretan selectivamente la información que respalda sus creencias existentes mientras ignoran la evidencia contraria. Esto crea un ciclo en el que se toman decisiones impopulares sin tener en cuenta las consecuencias, lo que en última instancia socava la confianza en el gobierno.
Varios factores contribuyen a la “insensibilidad racional” en política:
Mandato percibido: los políticos pueden sentir que tienen un mandato para implementar políticas específicas en función de su victoria electoral, lo que los lleva a ignorar el disenso público. Esta sensación de “tener un derecho” puede crear una desconexión entre los líderes y los ciudadanos.Sesgo de información: los tomadores de decisiones se basan en información que se alinea con sus preferencias, descuidando los datos, la evidencia y la opinión pública. Este sesgo puede llevar a juicios erróneos sobre cómo serán recibidas las políticas por los ciudadanos.Presiones partidistas: en entornos políticos altamente polarizados, la lealtad al partido puede eclipsar la capacidad de respuesta ante la opinión pública. Los políticos pueden priorizar la ideología del partido sobre las necesidades de los ciudadanos, creyendo que la adhesión a las líneas de los dirigentes asegurará su posición dentro de la estructura de la organización.Cuestiones políticas complejas: muchas decisiones políticas son complejas y requieren preparación, sofisticación y una comprensión matizada. Los políticos pueden suponer que los ciudadanos carecen de los conocimientos necesarios para valorar determinadas decisiones, lo que los lleva a actuar sin una participación pública suficiente.
Las implicaciones de la “insensibilidad racional” son profundas:
Erosión de la confianza: cuando los políticos toman sistemáticamente decisiones que contradicen el sentimiento público, la confianza en el gobierno desaparece. Los ciudadanos pueden sentirse alejados de sus representantes, lo que conduce a un mayor cinismo y desapego del proceso político.Fallas de las políticas: la falta de respuesta de la gobernanza puede dar lugar a políticas que no abordan eficazmente los problemas sociales más urgentes. Por ejemplo, las medidas de austeridad aplicadas sin apoyo público pueden conducir al malestar social y a dificultades económicas, como se ha visto en varios países durante las crisis financieras.Mayor polarización: la falta de una respuesta racional puede exacerbar la polarización política. Cuando los líderes ignoran la opinión pública, pueden alimentar las divisiones entre los ciudadanos que sienten que sus voces no son escuchadas, lo que provoca aún más las divisiones partidistas.
Para mitigar los efectos de la “insensibilidad racional” se pueden emplear varias estrategias:
Mejorar la participación pública: los políticos deben priorizar la participación de los ciudadanos a través de la deliberación pública, reuniones, conversaciones, encuestas y otras formas de divulgación. Al buscar activamente la opinión del público, los líderes pueden tomar decisiones más informadas que reflejen las necesidades del electorado.Promover la transparencia: los gobiernos deben ser transparentes en lo que respecta a los procesos de toma de decisiones y la lógica detrás de las políticas. Una comunicación clara ayuda a generar confianza y permite a los ciudadanos comprender las complejidades involucradas en la gobernanza.Fomentar la rendición de cuentas: la implementación de mecanismos de rendición de cuentas puede garantizar que los políticos sigan respondiendo a los ciudadanos. Los ciclos de retroalimentación regulares y las evaluaciones de desempeño basadas en la satisfacción del público pueden ayudar a alinear las acciones políticas con las preferencias de la gente.
Lo que más me llamó la atención del artículo es que la “insensibilidad racional” se aplica a mucho de lo que hemos vivido recientemente en los entornos políticos de México y Estados Unidos.
Desafortunadamente, en pleno 2024, en el México de las reformas constitucionales y en el Estados Unidos de los tuits de Trump, todavía vivimos en una época en la que los políticos se ciñen a la teoría de “lo hago porque puedo”. Esta frase encapsula una mentalidad que, aunque puede parecer simple, tiene profundas implicaciones en el ámbito político. Esta actitud refleja un enfoque de toma de decisiones en el que el poder, la autoridad y las mayorías se convierten en justificaciones suficientes para actuar, independientemente de las consecuencias para las naciones.
La mentalidad “¿Por qué lo hago? Pues porque puedo” se origina en un contexto donde los políticos poseen un considerable poder institucional. Este poder se deriva de diversas fuentes, como el respaldo popular, la mayoría legislativa o el control sobre recursos clave. En muchos casos, los políticos que adoptan esta postura creen que su autoridad les otorga el derecho a tomar decisiones sin necesidad de pensar, analizar y consultar a sus electores. Esta desconexión entre los líderes y la ciudadanía puede ser alimentada por una cultura política que valora más el logro de objetivos personales o partidistas que el bienestar colectivo.
Una de las principales características de esta mentalidad es la tendencia a ignorar o subestimar a los ciudadanos. Los políticos pueden convencerse de que su visión es superior y, por lo tanto, justifican decisiones controvertidas sin considerar el impacto que estas pueden tener en el futuro de sus naciones. Este fenómeno se conoce como “desconexión racional”, donde los líderes actúan en función de sus propias creencias y agendas, a expensas del consenso social. Y, cuando las crisis llegan, piden la unidad nacional.