‘La Sustancia’ y los horripilantes estándares de belleza

La nueva cinta de terror en boca de todxs que protesta la misoginia mediante escenas asquerosas.

 

Llegó octubre y, de acuerdo a una de las cintas más llamativas del año, lo más temeroso son los estándares de belleza.

En un mundo donde ser mujer en medio del espectáculo tiene fecha de caducidad, llega La Sustancia, la nueva cinta de la directora y guionista Coralie Fargeat. Aquí se nos narra cómo Elizabeth Sparkle, una actriz ganadora del Oscar, ha perdido poder y relevancia a sus 50 años. Sin embargo, tiene una alternativa tentadora para recuperar su fama.

En este universo, existe una sustancia capaz de convertir a sus usuarios en la versión idealizada de sí mismxs, pero ellxs deben de alternar entre su cuerpo original y este ideal cada semana, de lo contrario horrores vendrán en camino.

Por supuesto todo empieza a salir mal. Y la experiencia cinematográfica se describe como única y sumamente visceral.

Hay un rincón de la audiencia que no ha parado de alabarla por su grotesco horror corporal y cómo ese recurso narrativo acentúa el mensaje de la película. La parábola en cuestión es mostrar cuánto daño, tanto físico como psicológico, nos provocan los “cuerpos perfectos”.

La crítica especializada detalla también las extraordinarias interpretaciones de sus actrices estelares. Demi Moore hace de la Elizabeth original. Margaret Qualley es su “hermoso” alter ego, Sue. Se le describe como un clásico moderno al estilo de David Cronenberg, autor de películas como La Mosca.

Mas otro sector del público incapaz de soportar las intensas escenas de terror corporal. Hay personas que de plano se salieron de la sala porque no pudieron aguantar el asco.

Aunque hemos escuchado hasta el cansancio críticas sobre el microscopio con el cual vemos a las mujeres en la industria del entretenimiento, Fargeat descubre una nueva forma de contrarrestar esta torcida percepción de la realidad.

Quizá el incomodar tanto a la audiencia no vaya a cambiar a todo mundo, porque muchas personas ni se atreverán a entrar a la sala. Pero quienes sí cruzarán este umbral de pesadillas podrán empatizar más con la vulnerabilidad y sufrimiento de las mujeres cuando ya no son “perfectas”. Por eso la edad mejor ni se pregunta.

 

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