Sheinbaum debe ser una auténtica jefa de Estado

Quizás uno de los elementos más controversiales del discurso pronunciado ayer por Claudia Sheinbaum en la Cámara de Diputados fue el momento, casi hacia el final de su intervención, cuando gritó “Viva la 4T”.

Ayer mismo algunos comentaristas se preguntaban qué se habría pensado si Vicente Fox, en su toma de posesión, hubiera exclamado “Viva Acción Nacional” o Peña Nieto “Viva el Revolucionario Institucional”. Sin duda el principal crítico habría sido el rijoso líder de la oposición Andrés Manuel López Obrador.

Sheinbaum, en un acto sin precedente, y sin ni siquiera mirar hacia el cuarenta por ciento de los mexicanos que no votaron por ella y que no secundaron el proyecto morenista en el Congreso, envió el pavoroso mensaje de que no gobernaría para todos, sino solamente para el pueblo de México, entiéndase éste en la acepción limitada, maniquea y manipuladora del término.

A mi juicio, la polarización y las descalificaciones contra las voces críticas es la más tóxica herencia dejada por AMLO. A la luz de la historia contemporánea, esa ha sido la estrategia más recurrida por los líderes carismáticos para ganar las voluntades de las mayorías, en detrimento de la unidad, y desde luego, del bienestar general.

Como bien expresé ayer en mi columna intitulada “Un momento en la historia de México”, publicada en este espacio de SDPnoticias, la presidenta Sheinbaum tiene la obligación irrenunciable de representar a todos los mexicanos, y eso incluye, a pesar del rechazo del obradorismo más radical, a los millones de ciudadanos que no comparten la visión del México que la 4T busca imponer.

La presidenta Sheinbaum tiene ante sí la oportunidad dorada de inscribir su nombre en la historia de México no nada más como la primer presidenta, sino como la mujer que desafió los vicios dejados por su antecesor, que aceptó su destino, que asumió la dignidad del cargo y que gobernó para todos los mexicanos, con independencia del color de piel, preferencias partidistas o posiciones políticas.

A diferencia de AMLO, Sheinbaum no puede convertirse en jefa de partido ni de facción (eso corresponde ahora a Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán) sino en una intachable jefa de Estado que honre la dignidad que le fue conferida en las urnas.

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