Culiacán, con perros y manzanas

A riesgo de que me impidan la entrada a la colonia Roma, empezaré por aclarar que el Doctor Patán no comparte la afición tan extendida a interpretar a través de los perros la vida de los humanos, porque los perros son criaturas encantadoramente simples y, los humanos, incluso en sus manifestaciones más imbéciles, que son las más comunes, criaturas insoportablemente complicadas.

Dicho esto, aquí su médico de cabecera se puso a observar el comportamiento de los perros de su casa, que es la de ustedes, y creyó entender por fin lo que sucede en Culiacán y, por extensión, la política de abrazos, no balazos, implementada por el Exquinto Presidente más Popular del Mundo. Va, con peras, o sea perros, y manzanas.

En la casa de ustedes hay dos perros de raza brava que conviven en lo que los compañeros de los medios llaman una “tensa calma” (aprovecho para hacer un llamado: limitemos el uso de esa muletilla a una vez por hora) hasta que uno interpreta que el otro invade su territorio, o que le quiere robar la comida, o simplemente que lo vio con mala cara, y empiezan las tarascadas. Hasta ahí, supongo, estamos claros con lo metafórico.

Lo que resulta más complicado de entender es lo que hace el tercer perro: no mete las manos, es decir los colmillos, pero se pone a ladrar, y créanme: con ladridos insistentes y ruidosos. El resultado es que los otros dos perros, los que pelean, interpretan los ladridos como una invitación a pelear con más fiereza. Digamos que la temperatura de la casa sube con esos ladridos.

¿Es esa la intención del perro que ladra? El entrenador que llega a la casa de ustedes a tratar de poner paz nos explicó que no. Que al contrario. Que cuando ve que la violencia se enseñorea, el tercer perro considera que su responsabilidad es, digamos, hablar compulsivamente, y que con eso, con el choro, los otros perros llegarán a la conciencia autogestiva de que hay que aplacarse y dejar que priven la fraternidad universal y el humanismo mexicano. En resumen, el tercer perro cree en los abrazos, no balazos.

¿Funciona? Su Doctor tiene que decir que, en lo inmediato, no: eventualmente regresa la tensa calma, pero la siguiente madriza se pone peor. ¿Por qué? Porque, me parece, el tercer perro establece una estrategia de largo plazo. Un día, cierto que luego de mucha sangre, la bondad de Cristo, primer activista social, permeará las almas de los canes. Así que a esperar.

Por supuesto, los esfuerzos del tercer perro serían inútiles si no fuera cómplice de los otros dos.

 

      @juliopatan09

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