Zedillo siembra miedo, quiere desmoralizar a la gente esperanzada

Ignoro qué tan vigente sea el catastrofismo como teoría científica. Sé que pretende explicar los fenómenos geológicos como consecuencia de grandes catástrofes ocurridas en el pasado. El expresidente Ernesto Zedillo no es catastrofista en ese sentido. Sí lo es en la otra definición de la palabra: “Actitud de quien, exagerando con fines generalmente intimidatorios, denuncia o pronostica gravísimos males”.

Leí lo que expresó Zedillo en una conferencia en la reunión anual de la Asociación Internacional de Abogados. Empezaré por subrayar que no exagera al decir que gracias a algunas de sus reformas pudimos llegar a un sistema político aceptablemente democrático.

Es la verdad, el PRI perdió la presidencia porque Ernesto Zedillo lo permitió. Este economista entendió la lucha de mucha gente que exigía democracia y la apoyó desde el último gobierno autoritario por su origen.

Si Zedillo hubiera usado para favorecer a su partido el inmenso poder que los gobernantes priistas tenían, Vicente Fox, del PAN, no habría llegado al poder en el año 2000; tampoco, en 1997, la capital mexicana habría tenido a su primer jefe de gobierno electo, por cierto alguien enfrentado muy al priismo, Cuauhtémoc Cárdenas.

Ernesto Zedillo cambió en su momento al poder judicial, especialmente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Según él logro “establecer una corte verdaderamente independiente, nunca subordinada al ejecutivo”.

En realidad, la corte suprema de Zedillo no fue independiente, o no durante el gobierno de Vicente Fox. En 2004 y 2005 el entonces presidente de la SCJN, Mariano Azuela y Güitrón, obedeció las órdenes del titular del ejecutivo para vestir de legalidad una de las mayores afrentas democráticas que hemos conocido, la del desafuero de Andrés Manuel López Obrador. No recuerdo conferencias de Ernesto Zedillo en las que denunciara tan lamentable acción, absolutamente contraria a la democracia y las libertades.

Después, en 2006, otro tribunal —si no me equivoco también nacido gracias a las reformas de Zedillo—, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, legalizó el fraude electoral que le arrebató la presidencia de México a AMLO para dársela a Felipe Calderón, este en la actualidad compañero conferencista de Ernesto Zedillo.

Ahora el expresidente Zedillo afirma que la reforma de AMLO al poder judicial acabará con la democracia mexicana y destruirá el Estado de derecho. Un hombre normalmente serio como el mencionado expresidente debería, antes de lanzar pronósticos catastrofistas, esperar a la implementación de la reforma.

Ernesto Zedillo, en su discurso ante la Asociación Internacional de Abogados, no dijo con claridad —por lo mismo le faltó objetividad— que tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador como la presidenta electa Claudia Sheinbaum ganaron elecciones democráticas. Este es el dato relevante.

A muchos no nos gusta la reciente reforma al poder judicial, pero ya es una realidad. Zedillo cayó en la falacia de la sobrerrepresentación. No puede haberla cuando Morena y sus partidos aliados ganaron el 85% de 300 elecciones para diputaciones federales y prácticamente todas las que se celebraron para cambiar al Senado. Si nos atenemos al número de victorias alcanzadas, la izquierda tiene en las cámaras alta y baja bastante menos asientos de los que obtuvo en las urnas de votación.

El discurso de Zedillo acerca de la muerte de la democracia y el Estado de derecho será usado por quienes pronostican catástrofes económicas en México. Solo por esta razón el único expresidente más o menos respetado por su seriedad debería ser más prudente.

Por cierto, ojalá Zedillo analice las estadísticas del tracking diario ClaudiaMetrics, elaborado por una de las casas encuestadoras más acertadas en el pasado proceso electoral, MetricsMx. La gente está optimista.

En la pregunta sobre las expectativas en general de la sociedad mexicana relacionadas con la administración de la primera presidenta de México:

El 54.6% opina que con Claudia Sheinbaum en el gobierno le irá mejor al país.El 19.5% piensa que las cosas empeorarán.El 12.2% considera que todo seguirá igual en México.Es decir, el 66.8% está muy optimista y confía en que durante la presidencia de Sheinbaum habrá avances o al menos ningún retroceso.

La mismo en otra pregunta: ¿qué espera la gente que ocurra en el tema de la seguridad pública durante el gobierno de la presidenta Sheinbaum?

El 58.6% ve condiciones para que disminuya ya la situación de inseguridad que tanto lastima a la población en algunas regiones del país.El 16.7% piensa que las cosas en seguridad pública se mantendrán estables.El 16.5%, la minoría, opina que la inseguridad aumentará.También en este tema, el de la seguridad, hay optimismo en la sociedad mexicana: una clara mayoría apunta a que las cosas mejorarán, esto es, que la inseguridad disminuirá.

Tercera pregunta: ¿qué espera la gente que ocurra con la situación económica de su familia durante la administración de Claudia?

El 57.0% piensa que su economía mejorará durante la presidencia de Sheinbaum.El 18.0% no prevé cambios en su situación económica.El 16.9% opina que sus finanzas familiares empeorarán.

De nuevo, el optimismo es la regla: la mayoría de las personas entrevistadas que habrá progreso en sus economías familiares o, al menos, ningún retroceso.

La gente está esperanzada. Han fracasado quienes, como Zedillo, ven venir en el corto plazo grandes catástrofes.

Desde luego, de Claudia y de su equipo de trabajo dependerá no defraudar la confianza del pueblo que la eligió.

Es enorme el reto de la presidenta: refutar a quienes insisten en que habrá crisis económica y que morirá la democracia. Creo que Sheinbaum lo conseguirá con o sin el apoyo de Zedillo, pero este ayudaría bastante si volviera a su anterior, sensato silencio.

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