Un viaje por el último grito

El día que para algunos se veía lejano, imposible, indeseado, deseado, anhelado o rechazado llegó. Propios y extraños, morenistas y proAMLO  y  para los que el presidente nos ha llamado conservadores, fachos, pirruris e hipócritas llegó un día en que nuestros espíritus se unieron. Se veía lejano este día que para mí marca un fin del sexenio de López Obrador.

El primero de octubre le entrega la banda presidencial a Claudia Sheinbaum. No por primera vez. Es decir, sí, pero no. Quiero decir es que ya le entró el bastón de mando…

Una ilusión dibujada en la mente del presidente.

Ante cámaras y micrófonos y haciendo ver más chiquita aún  a Claudia Sheinbaum hizo un show de fantasía, magia y color con la entrega de ese bastón de mando.

Es que “así sucede en los pueblos”, decían los más expertos. Atónitos vimos como este bonito acto se dio hace poco más de un año, sino es que dos.

Después, lo que todos ya sabemos. Hoy, lunes 16 de septiembre del 2024, AMLO cierra simbólicamente su sexenio recibiendo el desfile de las Fuerzas Armadas de la nación.

Es que “pasan lista” con el mandatario, dirán algunos. Yo solo encuentro notas sobre la violencia en Sinaloa, cuerpos arrojados a las calles y un Coacalco, Edomex, bajo el agua por una torrencial lluvia que los tiene ahogándose.

Yo diría, le agradecería más al presidente que tomara por última vez este país absolutamente en serio y mandara al Ejército a donde más se le necesita.

Pero no, eso no va a pasar y no va a pasar porque él siempre se tomó los dolores de esta nación como un tema personal.

Ahí estará él: pecho erguido como si fuera un desfile solo para él.

Me sorprendió anoche. No era lo que yo esperaba: El presidente no invitó a su balcón a la futura presidenta de México. Esa que él eligió, a esa que puso como su favorita.

Era su noche, la noche del presidente y de mala gana caminó junto a Beatriz Gutiérrez Müller así como tomándole de la mano a fuerza, porque me lo imagino, para sus adentros, anhelaría haber estado solo.

Él lo sabía, lo sabía Beatriz… pero lo sabíamos todos.

Francamente no fue un grito que me hiciera sentir nada. El presidente sí como que lloraba pero no lloraba.

Lo de siempre: Los morenistas, y están en su derecho, dirán que es que estaba sumamente conmovido.

Los no morenistas , dirán que se le veía francamente algo cansado y nada más.

Llegó a su último Grito de la Independencia como mandatario habiendo firmado, unas tres horas antes,  junto con Claudia Sheinbaum el decreto Oficial de la reforma judicial.

En una silla que le quedaba muy grande al presidente. Literalmente… Un circo… un show extraño.

Claudia Sheinbaum sonreía pero su sonrisa me parecía la más difícil que le haya tocado esbozar hasta ahora.

AMLO andaba enojado o tal pareciera que lo estaba porque bien pudo haber firmado ese documento tras bambalinas.

Sin perjudicar a Claudia Sheinbaum, sentándolos junto a él, aunque se piense que no quiso perjudicarla con ese acto en lo más mínimo.

López Obrador siempre tuvo el gusto de hacer enojar a “la oposición”. Creo le daba placer. Y ayer, se auto regaló un “pequeño” gustito.

Terminó el grito y mi vista se apartó  de aquella escena transmitida por televisión.

Todo lo demás que vendría después, los fuegos artificiales, el presidente auto apapachándose en su balcón presidencial y las narraciones de algunos noticieros estarían por demás.

AMLO, tuvo me imagino, una noche plácida tras el caos metropolitano y del país…

Estará listo para sí, hoy otra vez, portar la banda presidencial y quién sabe si tenga el detalle de poner junto a él a la futura Presidenta de este país, digo, el desaire se lo hizo ayer. Yo esperaría que hoy no.

Me siento drenada, cabe decir.

Estas dos semanas últimas que le quedan al presidente podremos ver y oír lo inimaginable.

Mientras el país sangra por un lado o por el otro.

“Son cosas sin importancia”, diría el todavía mandatario.

Es cuanto.

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