¿Y si el pueblo tiene razón?

Intentaré ser sintético sobre la falta de confianza en la voluntad popular y la supuesta incapacidad del pueblo para decidir sobre su futuro. A continuación explico algunos puntos para la reflexión, inspirado por responder a tanta desinformación en medios de comunicación, redes de comunicación, “activistas” y universidades:

1. El pueblo es ignorante porque desconocen lo que les conviene. ¿Desde qué óptica se realiza esta aseveración? ¿Por qué pensar que lo que es mejor para empresarios y gobiernos extranjeros es mejor para México? ¿Cuál es el costo de la soberanía nacional? ¿No tenemos derecho a elegir el sistema político, económico y judicial que la mayoría decida? ¿No tenemos derecho a elegir que un poder, como el judicial, haga su trabajo mejor, libre de corrupción y con una verdadera elección?

2. La mayoría no votó en estas elecciones. En México la democracia es reciente, apenas en el año 2000 tuvimos un proceso de transición (de un partido de derecha a un partido de derecha extrema) y en el 2018 elegimos a un presidente sin fraude electoral (como en 2006 y en 2012). En ninguna elección vota la mayoría de la población, la razón es que un buen número no tiene la edad suficiente (es decir, son personas menores de 18 años) y en segundo lugar porque hay gente indiferente. ¿La razón? La crisis de figuras políticas que los partidos políticos tradicionales generaron. Desgastaron tanto la cultura política que la gente relaciona política con algo inútil. A esa narrativa hay que añadir la voz de los intelectuales mediáticos que no hacen sino reprender la decisión de las mayorías, como si se tratara de adultos hablando con infancias. ¿Por qué alguien con títulos académicos o por aparecer en medios de comunicación tendría el derecho a menospreciar a la gente solamente por una condición de pobreza o falta de educación académica?

3. El pueblo es tonto. No lo dicen con tal claridad pero lo creen quienes argumentan que la ciudadanía mexicana, solamente por ser mayoría, no tiene la capacidad intelectual para discernir su propio futuro. La pobreza, la falta de oportunidades, la malnutrición, son factores que no determinan a las personas, son cuestiones accidentales, no son inherentes a su dignidad la cual parece desaparecer de acuerdo a las voces de la oligarquía. Si México se encuentra sumido en tal estado es porque durante décadas se padeció de una pésima administración pública. Un título académico no supera el conocimiento de un campesino sobre la tierra, ya quisieran tantos doctores y especialistas leer las nubes y entender del mundo natural. La educación formal es también un constructo que se encuentra al servicio del capitalismo salvaje y cuando se intenta reformar la educación para volverla popular es tachada inmediatamente de marxista y, por tanto, desacreditada. ¿Qué esperan los fascistas? Obreros dóciles e ignorantes, aunque al mismo tiempo es de lo que tanto se quejan… Paradójica necesidad frente a tal exigencia.

4. Disfruten lo votado. Cuando una figura de derecha gana un puesto de elección popular, no cesan los vítores en los medios de comunicación y por parte de los intelectuales financiados por la oligarquía; cuando un representante popular de izquierda es elegido o elegida, inmediatamente vienen los ataques, cuestionamientos, como si lo único que tuviera a su favor son los votos. Le guste o no a nuestra élite, su voto vale lo mismo, frente a las urnas nos igualamos. Intolerantes frente a esa democracia, cuestionan la otra democracia, la de la representación, la descalificación y hasta llegan a extremos antidemocráticos para impedir que quienes fueron legítimamente electos no puedan ocupar los espacios correspondientes. Voces adormecidas cuando agraviaban al país pero beneficiaban sus bolsillos ahora gritan con indignación y claman democracia aunque sean intolerantes al pueblo y lo desprecien profundamente.

Es verdad, el pueblo puede equivocarse, porque es parte de la condición humana. Sin embargo, solamente quien es libre puede equivocarse y asumir su responsabilidad. El costo de la libertad es altísimo, sobre todo porque en materia colectiva no beneficia solamente a una élite (que, huelga decirlo, siempre siempre sale victoriosa en cualquier escenario, ya sea de catástrofe económica o de bonanza) sino que tiene por intención alcanzar la madurez de una nación que es reciente y busca su propio lugar desde las entrañas, el corazón y la mente propias, no desde modelos desgastados de otras culturas decadentes. La resiliencia de México se ha generado por cicatriz, por las lesiones sufridas a manos de una clase política cuya codicia no tenía límite. Sin embargo, esa resiliencia existe y habremos de prevalecer. Aunque el bienestar de la patria no le agrade tanto a quienes prefieren sacrificar al pueblo antes que renunciar a sus ideologías fascistas. La hipocresía y la comodidad son grandes enemigas de la conciencia de clase.

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