Francesca Caccini: La primera mujer autora de una ópera

I. Los Caccini y la ópera de Francesca

En 1840, Giovanni Pacini estrenó en Madrid su ópera Saffo –que a la escucha, muestra una evidente resonancia verdiana en su estilo-, sobre la célebre poeta griega, una de las primeras mujeres liberadas de la historia en un contexto de predominancia masculina. 215 años antes que Pacini, en 1625, Francesca Caccini escribía la ópera más antigua compuesta por una mujer, según los registros al día de hoy: La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina. Apenas unos 30 años atrás (1598, con trabajo de creación entre 1594 y 1597) se había inaugurado el género operístico con Dafne, de Jacopo Peri, asimismo autor de L’Euridice (1600), la primera ópera cuya partitura completa sobrevive.

Durante la semana pasada, recibí de un estimado profesor una nota de El País que reporta el estreno en Madrid de la ópera de Caccini, cuyo apellido y existencia histórica, 1587-1640, me remitieron en automático al cantante, instrumentista, teórico de la música y compositor Giuglio Caccini, su padre, figura destacada de la célebre Camerata Fiorentina, teorizadora y creadora del género operístico hacia finales del siglo XVII.

Interesante de por sí el hecho de que la ópera referida haya sido la primera compuesta por una mujer y la primera obra del género en ser estrenada fuera de Italia (Varsovia, 1628). El título de la nota llamó mi atención: “Hombres bobalicones en la primera ópera escrita por una mujer hace cuatro siglos” (Rocío García, El País, 4 de junio de 2024), para indagar si, en el contexto del empoderamiento femenino que toma vigor en el presente, esta pieza es “una ópera profundamente feminista, ‘ya que todos los personajes femeninos tienen mucha fuerza. Una audacia y valentía tremenda para la época’”, como señala el director concertador de la puesta en escena, Aarón Zapico (“La primera ópera compuesta por una mujer”; Melómano; 30-05-2024), o si este “montaje en clave feminista” se trata en realidad de una interpretación a voluntad de la directora de escena Blanca Li que, según la nota de El País, representó, del 4 al 9 de junio pasado en el Teatro Real de Madrid, a “unos hombres bobalicones frente a unas mujeres poderosas y seductoras”.

|Aquí, el promocional de la producción de Madrid|:

Indagar si dicha puesta en escena es una interpretación que altera la versión original o si en efecto se trata de una audacia de Francesca Caccini cuyo indiscutible mérito no sólo se explica por el contexto artístico y musical en que nació sino por su propio talento. Hija de la cantante Lucía Gagnolanti y educada por su padre (que trabajó cerca de 40 años para los Medici en Florencia), al igual que su hermana Settimia Caccini, como músico y cantante, habría participado a los 10 años en la representación de Dafne y poco después en L’Euridice, ambas de Peri, y asimismo en la versión del mito órfico de su padre en 1602; su hermano Pompeo también fue cantante pero sobre todo pintor, escenógrafo y escultor. Por otra parte, cuando Giuglio Caccini conoció al interesantísimo grupo de mujeres cantantes profesionales, Concerto delle Donne, surgidas en la corte de Ferrara, quiso dos cosas: que sus hijas fueran educadas por ellas o al menos lograr en su familia y su entorno florentino (como profesor de canto y compositor que era) la réplica del estilo de dichas mujeres.

Además de ser soprano y compositora, Francesca también fue ejecutante de laúd, guitarra y clavecín, escribió los versos para sus canciones, estudió latín, griego, lengua y literatura moderna, y matemáticas; incluso contrajo matrimonio y fue madre. Se puede inferir a un auténtico individuo, a un ser, a una mujer plena del tiempo renacentista que nace en paralelo a la ópera; en cierta manera, ella encarna la gestación de dicho género.

|Un repaso a una producción canadiense de la ópera de Caccini hija|:

II. La seductora Alcina

Gracias a un evento inusual para su tiempo, la publicación impresa de La liberación de Ruggiero de la isla de Alcina, es que se puede representar ahora, en consonancia con el resurgimiento del gusto musical por el estilo barroco; de hecho, se hallan varias versiones de las producciones recientes en youtube. Un dato adicional, Händel estrenó en Londres en 1735 su propia versión de la hechicera Alcina, derivada de Orlando Furioso, la obra de Ludovico Ariosto, que dio también origen a partituras de Lully, Vivaldi y Haydn.

El libretista de Francesca, Ferdinando Saracinelli, trazó la trama a partir de los cantos sexto, séptimo y octavo de Orlando Furioso. He aquí una sinopsis del argumento tomada del archivo Alexa Crawls / Internet Archive added to the Wayback Machine, que reproduce el reporte de Cesare di Bastiano Tinghi establecido en el diario de la Corte de los Medici el día de la primera función de la ópera de Caccini, el 3 de febrero de 1625, en la Villa di Poggio Imperiale en Florencia; esto es, una crónica de la representación hace prácticamente 400 años:

“En el prólogo, Neptuno, acompañado de ninfas y tritones, emerge del agua en un carro tirado por caballitos de mar. En la primera escena, Ruggiero fue seducido por la hechicera Alcina y sus compañeras. Cuando se retiraron, una sirena le cantó para que se durmiera. Entonces, Melissa apareció como el hechicero Atlante y lo despertó para advertirle de los peligros de amar a Alcina. Ruggiero luego escucha los tristes lamentos de otros a quienes Alcina lanzó su hechizo para transformarlos en varios árboles y plantas. Después de rechazar a Alcina y las ninfas, la escena se transforma en un infierno en llamas. Ruggiero las arregla para escapar del castillo en llamas y huye de la isla encantada. Alcina se transformó en un monstruo alado y sus ninfas en monstruos mientras todos descienden al ardiente infierno.”

En esta argumentación no se percibe como propósito de la compositora una suerte de confrontación de géneros, tampoco la batalla entre “hombres bobalicones y mujeres poderosas y seductoras” (conceptos expresados por los directores Li y Zapico en entrevistas previas al estreno en Madrid). En todo caso, está presente esa idea permanente en el devenir humano de que las mujeres siempre han poseído un instinto, una gracia y una inteligencia mayores a la de los hombres, y un conocimiento y una creatividad que puede competir con ellos si está en igualdad de circunstancias y condiciones; está también presente la relativa dicotomía entre el bien y el mal. En el referido archivo Alexa Crawls, Collete Gagnon lo comenta en los siguientes términos:

“La Liberazione Di Ruggiero de Francesca Caccini es importante para la historia de la música por varias razones. En primer lugar, por razones obvias que no reflejan su género, fue la primera ópera representada fuera de Italia y la primera ópera que no se remonta a las antigüedades. En segundo lugar, fue la primera ópera escrita y publicada por una mujer. Este hito demuestra que en el siglo XVII las mujeres componían piezas igual o mejor que sus homólogos masculinos. Esta es una hazaña extremadamente encomiable si el observador recuerda que las mujeres tuvieron que enfrentar obstáculos de género además de todas las barreras típicas que enfrentaría un compositor masculino”.

El comentarista de Wikipedia sugiere una perspectiva más apegada a la lucha de géneros: “Alcina es una maga sexual y malvada, mientras que Melissa es andrógina y buena. Melissa lucha por liberar a Ruggiero de los encantamientos de Alcina. Los críticos modernos han interpretado la música como una afirmación sobre el género; o bien las mujeres, como Melissa, deben abandonar su feminidad para triunfar, o bien, como Alcina (a pesar de su falta de un éxito abierto), las mujeres pueden aún ser dominantes por el atractivo perpetuo de su música”.

|Una producción del Early Music Festival de Boston|:

La audición de la ópera per se, sin ninguna interpretación intencionada, expresa a una creadora que representa una situación particular que también es literaria, no obstante, si se quiere y busca, permite una interpretación tangencial ajustable al tiempo actual o a cualquier tiempo; y por supuesto que vale la pena ver las distintas propuestas o “lecturas”.

Sin duda, dada su formación artística en el entorno familiar, el círculo de amistades de su padre y el desarrollo creativo en la Corte Medici, Francesca Caccini actuó y compitió (si es que se quiere plantear en términos de competencia) por una posición, por un trabajo, por un reconocimiento a la persona y a su arte que llega hasta el día de hoy. Lo cual indica que, salvo por arbitrariedad escénica, escenificar hoy su obra no necesita de los extremismos que implican una confrontación entre hombres y mujeres; sobre todo cuando se hace desde la producción de organizaciones con poder económico para realizar obras del pasado con un propósito de uso distinto a la del creador original. Francesca Caccini no necesitaría más que de la representación objetiva de su obra, de talento tal que permite incluso arbitrariedades y caprichos y aún sobrevive a ellos.

Lo mejor de todo, sin embargo, es que la obra de Francesca, nacida bajo la influencia de la Camerata Fiorentina (Jacopo Peri, Vincenzo Galilei, Ottavio Rinuccini, Giuliglio Caccini) y elogiada por Claudio Monteverdi, haya sido inusualmente impresa en su tiempo para que pueda ser vista por los coetáneos de cada contemporaneidad histórica.

Por cierto, además de componer la ópera, Francesca protagonizó ella misma, como soprano, a la hechicera seductora Alcina.

|Aquí una muestra, “Show Reel”, de una producción australiana de la ópera de Francesca Caccini en 2012|:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo

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