Colosio hijo perdona al asesino material. ¿Ya no debemos buscar al autor intelectual?

Pronto se sabrá si Mario Aburto sale libre después de cumplir una pena de 30 años en la cárcel por haber sido el autor material —subrayo, autor material— del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Eso lo decidirá la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Será una resolución técnica, estrictamente basada en lógica jurídica, y no podrá ir más allá, esto es, nada dirá acerca del autor intelectual o autor mediato del magnicidio. Hay un proyecto de la ministra Margarita Ríos Farjat, cuya votación se aplazó por petición de su compañero Juan Luis González Alcántara Carrancá. La discusión del caso, que se celebrará en un par de semanas en el llamado alto tribunal, indudablemente será de altura, y en la misma también aportarán argumentos otras dos personas que integran la sala, Loretta Ortiz Ahlf y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.

Una pena que por haber sentenciado, hace años, uno de los procesos del caso Colosio, haya quedado impedido para participar en el debate el presidente de la primera sala, Jorge Mario Pardo Rebolledo. Habría sido interesante conocer su criterio, ya que es el único en la sala con experiencia como juez penal. No significa que tenga más conocimientos que sus colegas, pero no deja de ser una especie de paradoja que en un asunto penal no pueda intervenir alguien con una exitosa trayectoria como cabeza de juzgados penales. Pero ni hablar, la ley es la ley, tal como diría el clásico de Tepetitán, risueña villa del municipio de Macuspana, Tabasco.

Aunque no se relaciona con el tema, no resisto la tentación de decirlo: hay una muy bella descripción de Tepetitán en el reciente libro de AMLO, titulado Gracias:

“Mi pueblo es como una isla: hay agua por todas partes; ubicado a la orilla del río Tepetitán, lo rodean dos arroyos y una laguna”.

“Mi pueblo existe desde la época prehispánica. Por allí pasó Hernán Cortés, llevando prisionero a Cuauhtémoc”.

“Soy de un pueblo a orilla de un río, en medio de un paisaje exuberante, en un territorio que, diría el maestro Pellicer, es más agua que tierra”.

‘Gracias’, libro del oresidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR

Quienes somos de Monterrey compartimos con la gente de Tepetitán el privilegio de haber nacido a la orilla de un río, el Santa Catarina, pero en el nuestro no hay agua, sino tierra, excepto cuando llegan los huracanes y la crecida destruye las principales vialidades de la ciudad más bella del mundo, asesinando además a demasiada gente que insiste en no respetar el cauce. Crímenes con un solo culpable: la estupidez humana que insiste en no acatar las normas de la naturaleza.

Si estoy bien informado, después de Semana Santa sabremos: (i) si Aburto sale de la cárcel en abril, (ii) si permanece preso algunas semanas o meses más —mientras ministros y ministras deciden su suerte— o  (iii) si todavía deberá quedar prisionero otra década o yo no sé hasta cuándo. Su destino depende de si se le aplica un código penal u otro. La ley es la ley, pues.

A mí ya me parece ganancia, al menos en términos de evitar una acalorada polémica nacional adicional, que no salga libre en el aniversario 30 del magnicidio. Así las cosas, el próximo 23 de marzo podremos recordar a Donaldo sin distraernos con la fortuna o la fatalidad de su asesino material.

Pero, pase lo que pase en la corte suprema, quedará un pendiente en la agenda del país: encontrar al autor intelectual o mediato. Conste, no sé si sean lo mismo autor intelectual y autor mediato de un delito. Solo entiendo, estoy convencido de ello, que detrás de Aburto necesariamente hubo alguien más.

En el ensayo “Los límites de la responsabilidad penal”, el jurista Luis de la Barrera Solórzano dice que el artículo 13 del Código Penal Federal es “un gran acierto de sus redactores”, ya que “numera exactamente las conductas que deben ser punibles”, es decir, castigadas. Cito lo fundamental de ese artículo:

Artículo 13

Son autores o partícipes del delito:

I.- Los que acuerden o preparen su realización.

II.- Los que los realicen por sí.

III.- Los que lo realicen conjuntamente.

IV.- Los que lo lleven a cabo sirviéndose de otro.

V.- Los que determinen dolosamente a otro a cometerlo.

VI.- Los que dolosamente presten ayuda o auxilien a otro para su comisión.

VII.- Los que con posterioridad a su ejecución auxilien al delincuente, en cumplimiento de una promesa anterior al delito.

VIII.- Los que sin acuerdo previo, intervengan con otros en su comisión, cuando no se pueda precisar el resultado que cada quien produjo.

Código Penal Federal

CÓDIGO PENAL FEDERAL

¿Ustedes creen que Mario Aburto es el único autor del magnicidio de Colosio? Yo tampoco.

El hijo del candidato asesinado, Luis Donaldo Colosio Riojas, ha decidido perdonar a Aburto. Ayer lo dijo, otra vez, en un mitin en el municipio de China, Nuevo León: “Yo perdono a esa persona, que Dios lo bendiga, que salga libre, que se vaya de México y que nos permita sanar como nación. Dejemos que México le dé vuelta a la página”.

Claramente Donaldo hijo está de acuerdo con la ministra Ríos Farjat: “El argumento jurídico es muy claro. Concuerdo con la argumentación de la corte respecto a la aplicación del Código Penal Federal versus el local para un delito que debería ser tratado como local”.

Antes, Colosio Riojas había solicitado al presidente Andrés Manuel López Obrador indultar a Aburto y dejar de politizar el caso Colosio. Ya se verá lo que decide la primera sala de la SCJN, pero lo que no parece posible —ni creo que sea lo más adecuado— es darle vuelta a la página: sigue pendiente conocer el nombre del autor intelectual del magnicidio, y no debemos dejar de buscarlo.

No olvido lo que dijo el 23 de marzo de 1994, en el hospital de Tijuana donde Colosio acababa de morir, el entonces recién nombrado procurador general Diego Valadez: “Fue un asesino solitario”.

Ni siquiera había iniciado la investigación del magnicidio y el procurador del gobierno de Carlos Salinas ya sabía que solo había un culpable. Vale la pena averiguar si eso cae, o no, en la categoría de un delito que ignoro si es grave, pero que en este caso debería serlo: el encubrimiento.

Encuentro esta definición en el Diccionario panhispánico del español jurídico: “Encubrimiento. Delito contra la administración de justicia que comete quien interviene con posterioridad a la ejecución de un acto delictivo con el fin de ayudar a los responsables a beneficiarse del producto del delito, a impedir su descubrimiento o a eludir la investigación”.

Valadez llegó al cargo de procurador general en el peor día de la campaña de Luis Donaldo: el 10 de enero de 1994, cuando el sonorense iniciaba su gira en un poblado de Hidalgo, cuando Carlos Salinas hizo a Manuel Camacho —en los hechos— candidato presidencial alterno al nombrarlo pacificador en Chiapas, cuando resultó clarísimo que todo aquello iba a terminar catastróficamente.

Poco más de 70 días después de haber sido nombrado procurador general, el 23 de marzo de 1994, Valadez acudió a Tijuana a expresar por primera vez la que ha sido impuesta como la verdad oficial: solo hubo un asesino de Colosio y no puede haber más. Una verdad, desde luego, en la que la inmensa mayoría de la gente no cree simple y sencillamente porque no es creíble.

No pasaron 70 días desde el magnicidio cuando Valdez fue nombrado —porque carezco de pruebas no me atrevo a escribir otra palabra que en mi corazón considero más adecuada: premiado— como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En un artículo de 1999 de Enrique Krauze que he citado esta semana aquí en SDPNoticias, el historiador pregunta y responde acerca de la posible responsabilidad de quien era presidente de México en 1994, Carlos Salinas de Gortari: “¿Fue víctima (Colosio) de una conspiración tramada por el presidente Salinas? Es muy difícil creerlo: la bala que mató a Colosio hirió mortalmente a Salinas”.

A Krauze le resulta difícil creer que Salinas estuvo detrás del magnicidio porque no obtuvo ningún beneficio político, sino todo lo contrario. Otros integrantes de la comentocracia durante todos estos 30 años han exonerado a Carlos Salinas con esa tesis: el entonces presidente no pudo ser de ninguna manera culpable o responsable porque el atentado acabó con su prestigio…, pero que conste, solo con su prestigio, ya que no ha sido molestado ni en su patrimonio ni en su libertad.

Que una jugada arriesgada termine en desastre para quien la intenta —en el ajedrez, en el ciclismo, en el futbol o en la política— no significa que quien planeó, diseñó y ejecutó la acción fallida deje de ser responsable por lo que pasó.

A veces las jugadas arriesgadas salen bien. Pero en más ocasiones salen mal.

En ajedrez, leí en un sitio de internet especializado, el gambito de rey es una apertura caracterizada por buscar la iniciativa desde la jugada dos, aunque también resulta una idea muy arriesgada. Por Wikipedia me enteré que en el “ajedrez actual se considera una línea minoritaria y muy arriesgada de jugar”.

En el ciclismo, la fuga en solitario a lo largo de más de 30 kilómetros es una de las estrategias más difíciles. Muchos la intentan, pocos la consiguen.

En el futbol, lanzar a todo el equipo a buscar goles y más goles puede generar una goleada a favor, pero también en contra.

La suerte de Aburto viene a ser lo de menos. La decidirá la lógica jurídica de gente que en la primera sala de la corte entiende de leyes. Lo que no me parece ético es dejar el magnicidio ahí: ese no puede ni debe ser el final de la historia.

Pensar que Diego Valadez, entonces procurador general al servicio de Carlos Salinas, tenía razón en el dictamen —”fue un asesino solitario”—, que hizo público antes de que las investigaciones del magnicidio iniciaran, me parece desde entonces y me parecerá siempre algo muy miserable, que ni México ni Luis Donaldo Colosio merecen.

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