Discriminación a los “güeritos” o el síndrome del conquistado

Existe un amplio sector de analistas, profesionistas y ciudadanos que tienen una sensibilidad especialidad por los apellidos rimbombantes, las pieles claras, cabellos rubios, ojos claros. Un efecto que tiene como origen despreciar lo propio, lo nacional, lo “indio”, lo “ordinario”; llevando interiorizado un extraño complejo de inferioridad que opera alabando a esos que, tan sólo por ser extranjeros, europeos, ingleses o norteamericanos, saben más y son mejores que los “prietos” y “vulgares”.

Tienen mundo. El mismo fenómeno de aquellos que, desde no conocer las raíces de la historia, se atreven a llamarle “malinchismo”, balanizando la historia de Malitzin que tenía apenas entre 11 a 14 años cuando fue tomada como esclava sexual para Hernán Cortés, después de pasar pos sus sirvientes de primer nivel. Fue una víctima de abuso sexual, violación y matrimonio forzado que, después de ser repudiada por una primera pareja, fue obligada a brindarle compañía sexual al conquistador y posteriormente, cuando notaron que era conocedora de las letras, las lenguas y los códigos por su educación previa a ser tomada como prisionera de guerra, entonces fue nombrada traductora. Casada con su agresor.

Una historia que sí hubiese sido vivida en la época actual, sería equiparable a un movimiento por la justicia para Malitzin. Pero tuvo la mala suerte de vivir en los tiempos en que tan sólo uno que otro cronista podría relatar a la niña morena que era muy educada, que fue traductora y obligada a casarse, que entre el machismo de quienes contaron su historia, se dice que a “Marina” la salvaron de la barbarie para tomar el lugar casi de una “primera consorte”. Una historia que contada desde la contemporaneidad es cargada de consentimiento y elección, entonces el mito se basa en que la niña Malitzin “eligió” al “güerito” conquistador y que por ello, es una traidora.

Ana Laura Magaloni es una gran abogada que destaca no solo por su mente preclara y argumentación lúcida, sino por ser una de las juristas más anhelada para ocupar una silla en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se le apoya desde la academia igual que desde el activismo.

Hace unos días, durante una participación en la barra de análisis y opinión de Leo Zuckermann, profundizó en toda la amenaza a los derechos logrados en la Ciudad de México que representa el Partido Acción Nacional y la candidatura de Santiago Taboada, enfocándose en las posturas anti-matrimonio igualitario, anti-aborto legal, seguro y gratuito, anti-identidades sexuales diversas y más. El corolario para ignorar todo lo anterior y enfocarse en una supuesta intolerancia, fue llamarle “güerito fresa del PAN”. La referencia no era racial sino crítica hacia lo banales que son esa generación de “Santis” y “Sebas”, que lo más que tienen para ofrecer son sus cabellos rubios, sus tonos de voz con tono de “papa en la boca” y cientos de botellas de bacacho consumidas en su último fin de semanal…

No es un hombre que haya gobernado con la filosofía política en mano o la academia y las causas, sino un maniquí. Una figura impulsada por Jorge Romero y el grupo más corrupto, superficial, descalzado y banal de la CDMX. La advertencia era clara: Al menos, tres décadas de intelectuales de la izquierda (entre ellos, muchos rubios, por cierto) que construyeron los cimientos de la ciudad de avanzada en la que hoy vivimos, pionera en el reconocimiento de derechos ambientales, de mujeres, de la diversidad, de ciudad, de seres vivos y de animales. Su referencia era señalar que un joven preocupado por las superficialidades de las marcas de ropa, la vida en antros y el mandato corruptor pudiera eliminar de la ciudad lo que tantos años de reflexión y triunfos políticos de los grupos históricamente excluidos lograron.

Sin embargo, Santiago Taboada y la diputada Cayetana tienen algo en común: sus voces resultan ser canto de sirena para aquellos que rechazan las pieles morenas y lo mexicano, asumiendo ignorante, mientras anhelan ser gobernados por “bonitos”. Como Enrique Peña Nieto. No importa nada, para ellos, más que tener a gobernantes bien vestidos… que solamente por ser quienes son resultan más iluminados y menos radicales, no como los “morenos” que además de “comunistas” son unos resentidos.

Ese síndrome del conquistado, que de inmediato baja la cabeza ante la blancura pues genuinamente cree que la experiencia de sus continentes resulta salvadora.

El síndrome de los que creen en la discriminación inversa y que, siendo clase trabajadora, asumen la defensa de los más adinerados, políticos, constructores inmobiliarios, diputados de la realeza y anexas, porque con ello aspiran a ser uno de los suyos sin darse cuenta que por la tarde, vuelven a su clasemediero hogar y sus clasemedieras preocupaciones por pagar las cuentas, trabajando a diario, pues nadie les dijo que, rubios o morenos, pertenecen a la clase trabajadora. Pero aman el espejismo, miran a los suyos por abajo del hombro. No es que sean “aspiracionistas”, simple y sencillamente, son desclasados y desmemoriados, eternos melancólicos de hace varios siglos y centenares de años. No les manden este texto, no sea que se sientan agraviados.

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