El país de las menstruantes

El Congreso de la Ciudad de México ha tomado una decisión trascendental al aprobar un dictamen que garantiza una menstruación digna para todas las mujeres y personas menstruantes en la capital del país.

Para quienes reciban de manera escandalosa la distinción entre “mujeres y personas menstruantes”, aclaro que principalmente son mujeres las que menstrúan. Pero también, existen personas que nacieron con vulva y sistema reproductivo de mujer, pero se identifican a sí mismas con otros géneros, como género neutro, no binario, queer o de plano, como hombres. Es decir: son mujeres que transitaron a identificarse como varones y mantienen el sistema reproductivo que les hace sangrar mes con mes. La mención es inclusiva.

Con 40 votos a favor y ninguno en contra, se han realizado modificaciones importantes a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de la Ciudad de México. Estas enmiendas están destinadas a diseñar y ejecutar acciones y programas específicos centrados en la gestión menstrual, con el fin de asegurar el derecho humano fundamental a una menstruación digna y erradicar los estereotipos y prejuicios en este ámbito. En el caso de Michoacán, primera entidad que aprobó las reformas de menstruación digna en México, la Secretaría de la Mujer recibe presupuesto para entregar productos de gestión menstrual a las menores desde la etapa escolar de secundaria de manera gratuita.

Las palabras importan. Así como avanza la reflexión sobre el impacto social, escolar, laboral, político y simbólico de menstruar, denominaciones como “menstruación digna” han transitado hacia “gestión menstrual digna”, esto debido a que menstruar nunca es indigno, simplemente es natural y en algunas ocasiones, puede implicar señales de buena salud o advertencias en la forma de menstruar. Lo que en ocasiones no es digno, es exponerse a riesgos a la salud por la desigualdad económica o geográfica, por no poder acceder a toallas, tampones, copas menstruales o educación sobre la menstruación. También por ello es que la palabra “higiene” se ha eliminado de la ecuación. La menstruación no es sucia, aquel mito de repulsión y asco forma parte de narrativas machistas en contra de las mujeres, mismo que se ha manifestado en algunas religiones como la budista, islámica y hasta en la santería con disposiciones como que las mujeres o niñas menstruantes deben quedarse fuera de templos durante los días de periodo menstrual, los más extremos, las sacan hasta de sus hogares, les impiden usar pulseras o las someten a estrictos baños con agua fría y acciones cargadas de discriminación y violencia, como encerrarlas en jaulas.

Con estos cambios, cualquier acción u omisión que limite a las mujeres en cuanto a los productos e insumos para la gestión menstrual será considerada violencia contra los derechos reproductivos. Además, se exige que las casas de emergencia y refugios en la Ciudad cuenten con espacios adecuados y suministros necesarios para gestionar la menstruación de manera digna.

Es esencial que las autoridades pertinentes implementen acciones afirmativas y políticas públicas para garantizar este derecho humano a una menstruación digna, especialmente para aquellos que se encuentran en grupos de atención prioritaria.

Ahora bien, por lo que respecta a la menstruación infantil, en México se ha extendido una silenciosa frase que mantiene ideas pedófilas: “Con la menstruación, las niñas comienzan a ser mujercitas”. En nuestro país, la edad promedio de la menarca (término médico para la primera menstruación) es de los 9 años a los 15 años. Existen algunas comunidades con ciertos consumos alimenticios cargados de hormonas o productos procesados y/o variables de peso en las que las menores reciben la primera menstruación desde los 7 u 8 años. Edad en la que aún se encuentran cursando la primaria.

La difusión de información sobre derechos sexuales y reproductivos por parte de la Secretaría de Salud es fundamental en este contexto. Además, la Secretaría de Ciencia debe proporcionar materiales educativos para prevenir el abuso sexual infantil y la violencia contra los derechos reproductivos.

Los casos de abuso sexual a partir de la menarca están relacionados íntimamente con la idea (falsísima, por cierto) de que la menstruación prepara el cuerpo de las niñas para el sexo y establece algún tipo de disponibilidad de este tipo (que es delito, insistimos). El país de las menstruantes urge a una revolución de conciencias para derrocar todos los mitos y leyendas pedófilas, criminales y discriminatorias en contra de las niñas menstruantes, así como implementar esfuerzos para atender la pobreza menstrual, ya que, según el INEGI, ésta afecta a un 42.2 por ciento de las mujeres en edad menstrual.

Estos cambios también abordan la discriminación relacionada con la menstruación en el ámbito laboral, con campañas de concientización dirigidas por la Secretaría del Trabajo. Además, se realizarán campañas permanentes de información y concientización sobre educación sexual, reproductiva y salud menstrual por parte del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México.

Es crucial que se garanticen condiciones dignas de menstruación incluso en centros de readaptación social para mujeres privadas de su libertad. En este sentido, la Secretaría de Seguridad Ciudadana prometió implementar acciones y programas específicos, sin embargo, esto debería lograrse de la mano con activistas y organizaciones que ya han sensibilizado comunidades sobre el tema.

POR CIERTO: El Poder Judicial de la Federación se ha sumado a la ola roja con el Programa de Instalación de Despachadores de Gestión Menstrual implementado por el Consejo de la Judicatura Federal que ofrece en todos sus baños públicos, toallas y tampones de 5 pesos para asegurar el acceso a productos menstruales a bajo costo en todo el país. Esta iniciativa está alineada con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y demuestra un compromiso con los derechos menstruales y la higiene menstrual en México. El pendiente está en las narrativas discriminatorias y dinámicas de exclusión, así como en intervenir a las juventudes e infancias menstruantes, priorizando la transición al uso de la copa que dura hasta 10 años y es mucho más amigable con el medio ambiente que todas las otras opciones en el mercado.

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