Marguerite Yourcenar, visión, paradigmas y techos rotos

Nacida en Bélgica en 1903, pero francesa de nacionalidad principalmente, más una ciudadana del mundo antes que todo, su nombre original fue el de Marguerite Cleenwerk de Cayencour, prolifica y versátil escritora, que sobresalió en el género del ensayo, pero también fue novelista y poeta, su obra más reconocida es Memorias de Adriano, pero el libro con sus ensayos escogidos es una muestra de su erudición, al haber dedicado mucho de su tiempo y viajes al estudio del mundo antiguo de Grecia y Roma.

Fallecida en un pueblo de Maine, en los Estados Unidos, de nombre Mont-Desert, en 1987, país al cual llegó por vez primera con motivo de la convulsa situación en Europa (padecido eso prácticamente durante casi toda la mitad primera del Siglo XX), además de sus constantes viajes por el mundo, en especial a Grecia, pero teniendo su centro de operaciones de París, Francia, en su pasaporte, muy joven aún, se podía leer en el casillero de ‘ocupación’ un muy seguro y claro MUJER DE LETRAS, misma descripción de su trabajo que no pudo ser más acertada, como se comprobó en un futuro.

Rompió paradigmas y techos en una época adelantada a nuestros días, viviendo la vida sin ataduras ni prejuicios y sobresaliendo en un mundo patriarcal, que a la luz de nuestros días no resulta fácil de comprender. Uno de los temas en los que fue una mujer de avanzada, además de la intrínseca causa feminista de su enorme éxito y legado literario, está el de la protección al medioambiente y a los animales, dedicando varios brillantes ensayos al respecto, poniendo énfasis en el infierno que el ser humano ha reservado a la vida animal, eso, hasta nuestros días. En el tema anterior, parte de su legado material y a petición expresa en su testamento, se ha dedicado a la protección y defensa de la ecología.

Acreedora de sinnúmero de premios y honores, sobresale el de ser la primer ocupante de género femenino de un asiento en la Academia francesa, que en 346 años de existencia, sólo había admitido varones, siendo esto motivo de enorme controversia por esos días; un ‘techo roto’, se le llama hoy en día, que sin duda fué clave en ir abriendo camino en ese mismo sentido en todas actividades, cómo justa y afortunadamente podemos constatar hoy en día en buena parte del mundo. Otro de esas tantas distinciones, esta en el Continente americano, fué la de ser nombrada profesora ‘honoris causa’ de la Universidad de Harvard.

En una reputada revista cultural colombiana se dijo de ella: “La vida y obra de Yourcenar se inscriben bajo el signo del desplazamiento incesante. La biografía de la autora es una biogeogragia, y su bibliografia es una bibliogeografia”; de ese tamaño era su bagaje. Ella misma, al responder en una conferencia una pregunta acerca de sus incesantes viajes y febril actividad literaria, respondería en estos ilustrativos términos: “Viajes en el espacio y en el tiempo: destruir la estrechez de espíritu y los prejuicios, pero también el entusiasmo ingenuo que nos hace creer en la existencia del paraíso y en la absurda noción de que somos alguien”.

Sin duda, ese párrafo bastaría con demostrar la importancia del estudio del mundo de las letras, la visión de la vida misma y el amplísimo criterio que esto da a las personas, muy por encima de cualquiera otra rama del conocimiento.

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