El Zócalo es de las mujeres

Llegué alrededor de las 12 horas para cubrir el inicio de campaña de quien lidera por más de 20 puntos en la contienda presidencial, de Claudia Sheinbaum.

Hacía tiempo que no iba a un evento político y me sorprendió ver nuevamente las banderas de Morena y las cartulinas de apoyo, provenientes de diversos lugares, entre ellas una que decía: “Claudia, estamos contigo desde Nogales”.

Conozco bien la Plaza de la Constitución. He visto al presidente Andrés Manuel López Obrador en múltiples ocasiones. He asistido a conciertos y marchas, pero esto era distinto. Había un entusiasmo desbordante; a pesar del intenso sol, la gente disfrutaba. Todo giraba en torno a una mujer.

Sabía que esto ya no era solo político, era popular. Ancianos, niñas y hasta bebés se habían congregado. Al acceder a mi área designada entre la catedral y el templete, comencé a saludar a la gente, realizando el típico intercambio de cortesías propias de las relaciones públicas. Todo alrededor del Zócalo y en las calles aledañas había unas pantallas donde se transmitían entrevistas, fotos y otras cosas tanto de Sheinbaum como de López Obrador.

Así que mientras esperábamos a las 14 horas, se transmitió el documental sobre Claudia, conmovedor sin duda, no solo su trayectoria de lucha estudiantil o su etapa como madre, fueron los videos de cuando era niña que me flecharon y no pude evitar pensar en cómo esa niña que bailaba ballet había conquistado esta gran plaza, esa niña que soñaba con ser científica como su mamá, yo ser enfermera como la mía.

Ya eran las 15 horas y María Inés Ochoa, hija de la sinaloense Amparo Ochoa, comenzó a cantar. “Si Amparo viviera, seguramente habría asistido al evento”, le dije a una amiga que estaba sentada a mi lado.

Alrededor de las 16 de la tarde, Jesusa Rodríguez tomó el micrófono desde el escenario donde pasaría todo. Recordé que hace 24 años, Jesusa había compartido escenario con la comandanta Ramona, a quien Claudia Sheinbaum ha citado diciendo: “nunca más un México sin rostro”.

Jesusa, fingiendo como maestra de ceremonias, habló sobre el cosmos y cómo no solo nos reuníamos las mujeres presentes, sino también nuestras ancestras. Fue ahí cuando comenzó a llegar Claudia y una energía electrizante recorrió el Zócalo y este se sacudía mientras ella recorría el pasillo que llevaba al templete.

Era real, había llegado la quien será casi, indiscutiblemente, la primera presidenta de este país. El país fundado bajo el mito de la traición de una mujer, la Malinche y sobre el cerro donde la Virgen morena hace milagros.

Claudia Sheinbaum estaba feliz y radiante. Yo la vi, pasó a lado mío. Ya estando ella en el templete fue el turno de Clara Brugada quien dio un discurso a todas luces feminista. Terminó y abrazó a la exjefa de gobierno, quizá viéndose en un espejo.

Claudia caminó hacia el atril transparente y antes de dar sus 100 propuestas de gobierno -que se merecen su propio texto- nombró a las mujeres, sabía que las mujeres eran las protagonistas ese día, curiosamente estábamos en el Zócalo y no habló un solo hombre de los que la acompañaban. Ahí supimos que pase lo que pase, ese momento ya quedó plasmado en la historia, sus palabras retumbarán para siempre en la plancha principal del país. “Si llego yo, llegamos todas”.

Aquel momento fue el principio de una historia que está por escribirse por todas las mujeres de México, empezando por las que estuvimos aquel día en esa plaza.

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