Hordas digitales, conversaciones artificiales
En el espacio digital, las cuentas falsas que inflan tendencias mediante conversaciones artificiales han moldeado la estrategia de la desinformación, aprovechando la frágil educación digital que aún no permea en todo internauta, que hace misión compleja para algunos, distinguir de hechos reales ante falsos, usuarios orgánicos ante robotizados y litigios verídicos ante coberturas mediáticas con los dados cargados.
El asunto no es menor. El análisis reciente de las tendencias “NarcoPresidente” y sus variables, realizado por varios laboratorios tecnológicos, demuestra no sólo la anomalía de cientos de cuentas falsas desde países ajenos a México que hacen eco a voceros o periodistas sembrando una idea delictiva sin sustento legal, sino que deja manifiesta la vocación intervencionista de intereses gestados en el exterior.
La derecha ha renunciado a disputarse la batalla cultural. No guarda mayor interés en convencer sobre un proyecto, sea por no tener o porque el que los une es difuso, con poca estructura y claridad. En cambio, tras la filtración de una línea de investigación nunca probada por la DEA -Agencia de Drogas- sobre presunto financiamiento ilícito a la campaña presidencial de López Obrador de 2006, el nicho de mercado encontró un rumbo en el que todos ganan.
Por un lado, las agencias de “marketing político” y call centers de mafias digitales dispuestas a poner en práctica todas las herramientas para vencer la programación anti-spam y anti-bots de las plataformas sociales. Cientos de chips telefónicos, cientos de cuentas creadas al día en el departamento dedicado a construir perfiles, cada vez, con apariencia más real. Usuarios compuestos por un nombre con varios dígitos como “Carlos092837900″, por ejemplo. Fotografías hechas con inteligencia artificial, así como los primeros intentos de la campaña de Xóchitl. Un departamento más dedicado a la estrategia, a seleccionar finamente el objetivo del día. Otros a diversificar alcance utilizando el algoritmo, seguirse entre sí. Granjas completas. Algunas de ellas, dirigidas o creadas por ex funcionarios vinculados al PRI y al PAN.
Aunque los bots no votan, sí alteran la conversación obstaculizando el debate genuino. Intentan realizar una copia calca del éxito obradorista que se originó en el Internet, cuando las agendas de los periódicos eran unidireccionales entre gobierno-redacción y los blogs o primeras páginas de Facebook eran semilla suficiente para difundir la contra-corriente. A diferencia de las granjas digitales, aquellos internautas no recibían un pago ni estaban sistematizados y organizados para combatir un sistema que, por sí mismo, echaba podredumbre.
Casi tres semanas consecutivas de ataques digitales contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y la candidata favorita Claudia Sheinbaum no serán suficientes para cambiar la tendencia electoral que fortalece a Morena, ya que México no es Twitter. Pero el debate y la conversación ya están percudidos. La presencia del crimen no parece exclusiva de un polo o de otro. Más bien, la condena contra García Luna que enterró el sexenio de Felipe Calderón en la indignidad fue la guía para entender que nada indigna más al mexicano que ser gobernado por el socio de quienes matan a sus hijos, les hacen cerrar negocios y les mantienen sumidos en el terror cotidiano.
El problema de la artificialidad de las conversaciones y el uso del algoritmo para posicionarlas es que deja fuera a las cuentas de periodistas u organizaciones que no participan en ellas.
Las tendencias posicionadas mediante bots en redes sociales son un peligro para la democracia que tanto dicen defender al salir a las calles, con riesgos entre los cuales se incluyen:
1. Manipulación de la opinión pública: Los bots pueden ser utilizados para amplificar artificialmente posturas que distorsionan la percepción pública. Esto socava el principio de una sociedad democrática informada, ya que las opiniones minoritarias o extremas pueden parecer más prevalentes de lo que realmente son.
2. Desinformación: Los bots de las últimas semanas difunden información falsa o engañosa con el objetivo de confundir a la opinión pública y generar división. Esta desinformación puede afectar la confianza en las instituciones democráticas y en el proceso electoral, socavando así la integridad del sistema democrático. La apuesta es que si no pueden cooptar u operar una institución, entonces tendrán como objetivo deslegitimarla hasta destruirla.
3. Polarización: Al amplificar posturas extremas o polarizadas, los bots pueden contribuir a la fragmentación de la sociedad y al debilitamiento del consenso necesario para el funcionamiento de una democracia saludable. Aunque se acusa diariamente al presidente de polarizar, recordemos que la antipatía en su contra se ha alimentado desde antes de 2006. Hoy se cosecha el odio sembrado por casi 20 años.
4. Supresión del discurso alternativo: La proliferación de bots puede inundar los espacios de debate en línea con mensajes uniformes o dominantes, lo que dificulta la expresión de opiniones divergentes o críticas. Esto puede tener un efecto silenciador sobre voces minoritarias o marginadas, reduciendo así la pluralidad y la diversidad en el debate público.
¿Qué hacer? Es la pregunta que está pendiente por resolver, que no puede caer en el punitivismo porque justamente, existen bots porque lograron engañar a la tecnología que trata de asegurar que las nuevas cuentas sean creadas por humanos. ¿Cómo distinguir del usuario real entre el usuario robotizado sin amenazar la privacidad ni la libertad de expresión?
Es un hecho que las tendencias posicionadas mediante bots en redes sociales representan una amenaza para la democracia al distorsionar la opinión pública, difundir desinformación, fomentar la polarización y suprimir el discurso alternativo. Es crucial abrir el debate fuera de los ataques para plantear que la democracia digital influye y así, encontrar medidas efectivas para detectar y mitigar la influencia de los bots en línea con el fin de proteger la integridad del proceso democrático y promover un debate público informado y plural. Eso sí, lejos de propuestas como cárcel, registros o censura. La tarea no está fácil.
Si acaso, contemplar multas y el riesgo de perder el registro como partidos o candidatos al probarse el uso de este tipo de mafias digitales serviría. Una chamba más al INE que pronto, además de monitorear los tiempos de radio y televisión, deberá reforzar el análisis de las dinámicas en redes sociales, la exposición de partidos y candidatos así como de las cuentas robotizadas y campañas que además de la evidencia sospechosa por el súbito apoyo, pueden ser identificadas por análisis tecnológico con datos como los países desde donde inflan tendencias, los horarios, errores ortográficos, nodos de cuentas y direcciones IP.