Razones por las que la derecha ama a Claudia Sheinbaum

Si existe un sector aspiracionista y agringado que asumió el inglés como un idioma obligatorio para conocer la buena cuna o la buena educación ha sido la derecha. Esa que hace décadas, cuando la globalización no acentuaba la facilidad para comprar cualquier marca de ropa, presumía viajes anuales de “shopping” a Estados Unidos.

Tan es así que la aspiración educativa por las universidades extranjeras estalló tras la firma del Tratado de Libre Comercio, cuando Salinas de Gortari y sus contemporáneos demostraron que parte del lenguaje no escrito para ser de élite implicaba justamente hablar inglés.

Resulta que Claudia Sheinbaum tuvo todo lo anterior y no fue derivado del privilegio sino del esfuerzo. Ahora es una mujer que habla inglés a la perfección con perspectiva de clase mientras la derecha simplemente no puede reconciliarse con la idea de apoyar a Xóchitl Gálvez. La última encuesta de Enkoll lo confirma pero el análisis es aún más profundo.

Estás cinco razones hacen que la derecha ame a Claudia aunque les cueste trabajo decirlo (ahora en evidencia tras la célebre frase de “Yu have to wok da toc”):

1. Seriedad y ciencia. Durante la gira en Nueva York, Xóchitl se desbordó de emociones que le hicieron saltar como alguna caricatura de Anime. Aunque no tendría mayor problema para cualquiera, la derecha es superficial y odia esas expresiones. Prefiere la seriedad y sobriedad de Claudia.

2. Mundo e idiomas. Claudia tiene un lenguaje colocado a la altura de una científica que llegó a ser galardonada como mejor alcaldesa, que viajó y brindó conferencias internacionales antes de aspirar a la presidencia, que por supuesto, habla muy bien inglés. Xóchitl Gálvez ha tenido como principal talento el alcance en redes sociales, sin embargo, la paradoja de rechazo en el voto duro de los partidos políticos que abandera radica en que muchos conservadores no toleran las groserías, son puritanos del lenguaje español, detestan, por ejemplo, el lenguaje inclusivo y odian el uso de la “e” al final de los pronombres pero deben soportar a una candidata que surte su discurso de bastas palabras altisonantes.

3. Sobriedad y estilo ejecutivo. El fenómeno Claudia Sheinbaum es muy interesante, ya que su carácter ecuánime y su análisis basado en datos le brindan autoridad. Aún no gobierna pero se maneja con investidura y pareciera que cada vez, se siente más cómoda en piel de lideresa. Es natural. En cambio, su contrincante opositora a menudo se nota incómoda y volátil. Se adapta a cada sector y es camaleónica: en Estados Unidos intentó ser crítica y heroica pero en recorridos necesita asumir la tibieza para asegurar que brindará continuidad a los programas sociales de López Obrador.

4. Comunidad empresarial y judía, muchos simpatizantes de la derecha, se sienten más cómodos con Claudia Sheinbaum. Sin recurrir al clasismo ni a cualquier tipo de discurso discriminatorio, da la impresión de que la comunidad empresarial se siente mucho más cómoda con Claudia Sheinbaum de lo que en algún momento se llegó a sentir con el mismo López Obrador. A pesar de las críticas que señalan el ataque a la competitividad que representan las reformas del 5 de febrero, sea por aquellos atributos estrictamente personales o sea por la capacidad tan precisa para identificar y abordar los problemas que Sheinbaum parece no representar de ninguna manera un “peligro para México”. Y eso no implica algún tipo de acuerdo oscurito o complicidad, simplemente implica que Claudia Sheinbaum inspira confianza y certeza.

5. Despilfarro contra sencillez. Es un hecho que aunque a la derecha le guste despilfarrar, le molesta cuando los políticos hacen gastos aunque sean personales o mínimos. En ocasiones parece que les indigna que otros ciudadanos puedan acceder a lo mismo que ellos, como ejemplo, las múltiples persecuciones en redes sociales contra Gerardo Fernández Noroña por viajar a Europa o por tener un Volvo y comer en restaurantes. Sin embargo, hay una forma de gastar en campaña que es mal vista por la derecha conservadora: la de los jets privados, vuelos en primera clase y turismo ocioso. Durante la gira en Estados Unidos, Xóchitl Gálvez jugó y su realidad paralela en momentos como esconderse o hacerse pasar por otra persona para evitar la crítica fueron un meme. No hubo un diálogo o respuestas que le hicieran verse dispuesta a afrontar el compromiso sin banalidades. Al contrario. El viaje fue un poco al estilo “influencer” de lujo con guaruras simpatizantes que tuvieron desplantes espantosos contra quienes protestaban. Viajó con lujo y accedió a reuniones de jóvenes estudiantes de universidades privadas norteamericanas que son carísimas, a las que un joven mexicano promedio pocas veces podría acceder. Se olvidó de aquellos que se fueron hace años por inseguridad, del drama que implica la separación de las familias y prácticamente, pidió intervenciones y cedió en vez de ostentar una postura de defensa y reivindicación del trabajo migrante.

La derecha ama que Claudia Sheinbaum ha tenido posibilidades y acceso a un estilo de vida lujoso o a un comportamiento de élite, sin embargo, su sencillez y honestidad le pueden más que el mandato posmoderno de ostentar o simular. No necesita jets ni encuentros con Almagro porque está centrada en que el voto que cuenta es el mexicano. Simple y sencillamente: la derecha ama que una mujer centrada tenga las posibilidades que tiene. De hecho, la sencillez de Claudia Sheinbaum es una garantía de honestidad. Mientras que Xóchitl se rodea de aliados que a la primera oportunidad no dudarían en hacerse de dinero, negocios, contratos, inmuebles y privatizaciones, la derecha puede estar tranquila de que Claudia no llega para robar. Touché.

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