Lenia y Davidoff: en la SCJN, y en la vida, la presunción es lo contrario a la humildad

Querida ministra Lenia Batres:

No formo parte del coro de comentócratas que la descalifican hasta por su nombre. Todo lo contrario, pienso que una persona tan entregada al honesto activismo de izquierda como usted hacía falta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Orgullosamente pertenece usted, Lenia, a la familia Batres, caracterizada por su entrega a la lucha social. Esto es bueno, mucho muy bueno, no tengo la menor duda.

El presidente López Obrador la propuso para llegar al llamado alto tribunal porque vio en usted virtudes notables, como la humildad en su forma de vida. Una humildad que la ha llevado a renunciar a parte de su sueldo, pero…

Ministra Batres: Antes de continuar diré que no estoy calificado para discutir con usted ni con nadie acerca de si ministros y ministras de la corte suprema verdaderamente gozan de percepciones económicas superiores a las del presidente Andrés Manuel López Obrador.

He leído bastante sobre el tema y encuentro argumentos para pensar que no es así, que ministros y ministras no ganan más que AMLO, ya que las percepciones se integran mediante la suma del salario y diversas prestaciones o beneficios relacionados con el cargo. Desde luego, también hay argumentos para pensar que verdaderamente Andrés Manuel gana menos que las once personas de la cúpula del poder judicial.

¿Quién gana más?

Para dirimir el debate, que es menos jurídico que administrativo, valdría la pena recurrir a un árbitro, por ejemplo un despacho de contadores y financieros de gran prestigio. A los y las especialistas en cálculos económicos les resultará sencillo ponerle números fríos a las percepciones de AMLO y de ministros y ministras. ¿No le parece una excelente idea para salir de dudas, ministra Batres?

Pregunto porque usted, querida Lenia, está convencida de que ministros y ministras de la SCJN ganan más que el presidente de México y eso lo considera contrario a la Constitución. Sus colegas, desde luego, tienen otros datos.

Ante una diferencia así, que es contable, lo que deberían ustedes hacer en el alto tribunal, como defensores y defensoras de la constitucionalidad que son, sería discutirlo internamente, con asesoría especializada hacer sumas y restas y llegar a una conclusión racional, objetiva, absolutamente desapasionada y liberada de la maligna ideologización excesiva y politiquera que impide el diálogo sensato entre personas que no están de acuerdo.

Si no es posible, y por lo visto no lo es, que en la corte suprema lleguen ustedes a acuerdos contables que pongan fin a la disputa sobre los topes salariales —una confrontación que en nada beneficia a México—, que cada quien actúe en función de sus convicciones.

Usted, Lenia, decidió devolver al erario una parte de su sueldo. Si eso le satisface, qué bueno. Cumple usted con su conciencia y se demuestra a sí misma que es una persona con valores, como el de la humildad.

Lo que no entiendo es que usted, Lenia, haga pública su acción de regresar dinero al Estado mexicano. Me parece que eso ya es presunción y, perdone mi franqueza, de la peor clase: presunción motivada por la política.

No encuentro otra explicación a lo que ha hecho, señora ministra. Parece que busca, más que cumplir con la Constitución como usted la entiende, avergonzar ante la opinión pública al resto de ministros y ministras.

Con cariño le digo, Lenia, que su actitud me recuerda a la de una adolescente que fue mi compañera en la secundaria. Tan estudiosa ella, pero… Cada vez que sacaba un diez nos miraba a los demás con una expresión en el rostro que claramente decía: “Miren qué aplicada soy”. Terminó por ser odiosa, y después —por razones personales le seguí la pista durante algunos decenios—, ya en la vida real de poco le sirvió haber presumido tantos dieces: no avanzó en su carrera profesional y se estancó pronto en la mediocridad.

No es su caso, Lenia, ya que usted brilló en la lucha política, y se lo reconozco. Además, por ese y otros méritos está en la corte suprema. Pero si entiendo el espíritu del poder judicial al que ahora pertenece, usted no está ahí, señora ministra, para hacer ostentación de su humildad ni tampoco para defender una causa política, sino nada más para que se respete la Constitución tan violada por políticos y políticas de todos los partidos.

Anticipo una objeción que usted me hará, respetada Lenia: que devolvió parte de su sueldo precisamente para defender la Constitución. Está bien, si eso cree usted, adelante, regrese a la tesorería del gobierno todo lo que piense que ha recibido en forma excesiva. Pero no lo presuma, eso no.

Lenia, por favor no convierta lo que podría ser una acción de ejemplar humildad en una muestra de arrogancia política que aplaudirán los simpatizantes de una candidata presidencial y cuestionarán los de la otra. Porque nadie va a pensará que su gesto de devolver dinero no está relacionado con la actual contienda electoral.

Lenia, ya debe usted haberlo entendido, lo que ha hecho solo ha tenido una consecuencia práctica: abrir en las redes sociales un debate infantil con gente de derecha acerca de cuáles son sus verdaderas percepciones. Un debate, Lenia, que usted no va a ganar porque comentócratas como López Dóriga —y bichos similares—, sin ser más inteligentes, poseen un elevadísimo nivel de necedad y cuentan con sobrada experiencia en el arte de enredar, mentir, difamar, tergiversar.

La corte suprema de México es una institución respetada, Lenia. Entiendo la molestia del admirado Andrés Manuel con ministros y ministras que han invalidado algunos de sus proyectos. Pero, ni hablar, es la función del más importante tribunal: en efecto, decidir en asuntos complejos, le guste o no al presidente del país.

Posdata:

A usted, ministra Batres, la han criticado porque su nombre, Lenia —un nombre muy bello, se lo digo con sinceridad—, es algo así como el femenino de Lenin. La ultraderecha detesta al revolucionario ruso, pero yo lo admiro. Pocos personajes como Vladímir Ilích Uliánov, quien ha cumplido en estos días cien años de fallecido.

Le cuento, Lenia, que leí en una revista alemana, Spiegel, —con la ayuda del traductor de Google— un interesante artículo sobre Lenin. Aquí lo dejo por si le interesa: https://www.spiegel.de/geschichte/lenins-tod-vor-100-jahren-der-mann-der-das-paradies-auf-erden-suchte-und-terror-saete-a-81f3f0a3-9c6c-4d15-aec5-16905bf1e1b4

No es un texto libre de ideologías ya que el autor, Steffen Kopetzky, decidió encabezarlo de esta manera: “La muerte de Lenin hace 100 años. El hombre que buscó el paraíso en la tierra y sembró el terror”. Se muerden la lengua en Alemania al hablar de sembradores de terror de otras naciones. Digo, ¿y su Hitler?

Cuando leo sobre quienes han construido nuestro mundo, además de lo verdaderamente importante que hicieron, subrayo las anécdotas irrelevantes, pero curiosas y por lo tanto divertidas. El señor Kopetzky dice, según Google, que “cuando Lenin fue enterrado, hacía tanto frío que los músicos tuvieron que mojar sus instrumentos con vodka para evitar que se les congelaran los labios”. No me queda claro que mojaron con la famosísima bebida destilada: ¿las cuerdas de las guitarras?, ¿las trompetas?, ¿los tambores?

Aquí tales palabras en alemán, por si alguien puede traducirlas con mayor precisión: “Als Lenin zu Grabe getragen wurde, war es so kalt, dass die Musiker ihre Instrumente mit Wodka benetzen mussten, damit ihre Lippen nicht an ihnen festfroren”.

De Lenin conozco muchas anécdotas, querida Lenia, que podrían interesarle. Como una deuda que dejó en Ginebra, Suiza —desconozco si sea verdad—: al gran revolucionario le fiaban puros Davidoff, y los últimos que consumió en esa ciudad no los pagó. Por ahí anda, dicen, un pagaré firmado por Lenin que nunca se pudo cobrar.

Los puros Davidoff, agrego para finalizar, los inventó Zino Davidoff, un ucraniano que se fue a vivir a Suiza, pero que aprendió el arte de hacer puros en Cuba. Lenia, ¿piensa usted, como yo, que quizá a ese gusto de Lenin por el invento de un hombre nacido en Ucrania se deba el hecho de que en estos días, en Rusia, el presidente Putin no haya organizado mayores festejos por los cien años de la muerte del gran revolucionario?

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