AMLO critica a Córdova… ¿Y Zaldívar?
Ayer AMLO, fiel a la tradición de la 4T, se lanzó contra su enemigo favorito: Lorenzo Córdova. Quizá derivado de su rencor hacia uno de los funcionarios que le plantó cara cuando estaba al frente del INE (o tal vez también derivado de su aspecto “fifi”) ha sido uno de los blancos principales de los ataques del jefe del Estado.
Apenas ayer en la mañanera AMLO acusó a Lorenzo de ser un simulador, en el contexto de la llamada marcha por la democracia. En otras palabras, cuestionó la integridad moral del ex funcionario en tanto que supuesto miembro de la sociedad civil.
Y debe decirse claramente. Mientras Córdova fue presidente del Consejo General del INE, se comportó a la altura de sus deberes constitucionales. Si bien es verdad que se opuso a los designios antidemocráticos del gobierno, lo hizo guiado por el espíritu de la Carta Magna y en el marco de las competencias del INE.
En todo caso, si Lorenzo es un simulador por haberse incorporado al odiado Latinus del defenestrado Loret de Mola… ¿Dónde quedaría entonces el ex ministro Arturo Zaldívar?
¿No es un simulador aquel que traiciona el espíritu del poder judicial en favor de un proyecto político? ¿Dónde ha quedado entonces su valía como juez y como ex ministro de la Corte? ¿Qué enseñanza ha dado a los estudiosos de la ley y celosos de la protección de la división de poderes?
Los apologistas del régimen argumentarán que Zaldívar, al igual que otro ciudadano, tiene derecho a sus propias simpatías políticas. Es verdad. ¿Por qué miden entonces con diferente vara a un ex funcionario que decidió formar parte de un diario opositor en comparación con un ex ministro de la Corte que no esperó al término de su mandato para formar parte de la campaña de la candidata oficialista? ¿Por qué merece Lorenzo la vergüenza pública mientras Zaldívar anda libremente y es el artífice de un plan que busca la destrucción del poder judicial como lo conocemos?
En suma, AMLO, como siempre, se ha olvidado de que es el jefe del Estado mexicano, y se ha comportado, una vez más, como una simple cabeza de facción que está dispuesto a todo para hacer ganar a su candidata en una clarísima elección de Estado.