Lo que diga mi teleprómpter
Con el reciente cierre de precampañas, se vislumbró el futuro de las campañas presidenciales y, con ello, el destino de las candidatas.
Más allá de que Claudia Sheinbaum haya dado su discurso en Hidalgo, con la certeza de tener 20 puntos de ventaja, caminando sobre el templete, en un espacio abierto, se le veía suelta, feliz y mucho mejor oradora que hace un año.
Habló sobre la continuidad de la 4T, la importancia de votar y también hizo alusión al escandaloso acuerdo del PAN que dejaba claros los acuerdos en el Frente, señalando que “existió una simulación”.
Sin embargo, desde la Ciudad de México, la candidata panista de Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, estaba en un espacio cerrado y algo oscuro.
Lo primero que llamó la atención fue el teleprómpter, ese viejo amigo que la había abandonado unos meses atrás en el Monumento a la Revolución cuando decidió ir más rápido que ella, dejándola a su suerte.
En esta ocasión no fue así; Xóchitl leyó todo su discurso completo. Pero se notó que estaba leyendo y quedó a deber dotes de oratoria.
Del discurso destacó su parecido con el de Milei, el polémico presidente argentino, sobre todo porque ‘libertad’ no es una palabra que ella usara, mucho menos ‘vida’. Además, como es común, dedicó la mayoría de su discurso a su contrincante y al presidente.
No hay duda de que Xóchitl es buena lectora, pero esa no fue la razón por la que la oposición la eligió. Era su manera de decir ocurrencias. Esa que se fue quedando atrás o quizá nunca existió.
Lo cierto es que el propósito de las campañas es convencer y con el tiempo ser mejores candidatas. Pero Xóchitl ha empeorado. Sheinbaum aprendió a manejar el templete, a hablar. Gálvez tiene que empezar, como mínimo, por memorizar su discurso.