Julio César y Bruto o la no tan conveniente magnanimidad de AMLO y Claudia
Me han escrito amigos muy cultos para decirme que si quiero saber acerca de Julio César lea a William Shakespeare y no a Santiago Posteguillo. Así lo haré, lo juro, aunque creo que la tragedia del dramaturgo inglés trata más sobre Bruto que sobre César —si estoy equivocado ya me corregirá gente erudita que conozco—. En cualquier caso el tema de esa obra es la traición.
“Et tu, Bruto?”. Son las famosísimas tres penúltimas palabras en latín pronunciadas por Julio César en la obra de Shakespeare. Penúltimas, en efecto, porque las tres últimas fueron —en inglés, desde luego—: “Then fall, Caesar!”.
Supongo que una traducción más o menos correcta al español sería: “¿Y tú también, Bruto? Muere entonces César”.
Según he leído, probablemente Shakespeare se equivocó, ya que hay cierta evidencia histórica acerca de que, al morir, César se expresó en griego: “Καἱ σύ, τέκνον», Kaì sý, téknon? (¿Incluso tú, hijo mío?). Y no añadió lo de “Then fall, Caesar!”, que no tengo la menor idea acerca de cómo se escriba en la lengua de los extraordinarios habitantes de la antigua Grecia.
En latín o griego, Julio César le dijo a su amigo y aliado Bruto algo así como —traducido al mexicano, para entender mejor la historia — “ya ni la chingas, hermano”. Hermano, sí, porque en México nos da por hermanarnos con los aliados, que eso era el asesino Bruto en relación al asesinado César.
A Julio César lo mataron con sus dagas numerosos senadores, pero él solo le reclamó a quien consideraba su hermano. No sé por qué esto de los aliados a los que el líder considera hermanos me recordó unas palabras recientes de AMLO: “Marcelo es mi hermano”.
El hecho es que Bruto quería a Julio César, pero lo traicionó. Bruto, el asesino, político profesional —era senador, no hay que olvidarlo—, justificó su enorme deslealtad con argumentos patrióticos y democráticos, esto es, demagógicos.
“Si hubiese alguno en esta asamblea que profesara entrañable amistad a César, a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menor que el suyo. Y si entonces ese amigo preguntase por qué Bruto se alzó contra César, esta es mi contestación: ‘No porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más’… Porque César me apreciaba, le lloro; porque fue afortunado, le celebro; como valiente, le honro, pero por ambicioso, le maté. Lágrimas hay para su afecto, júbilo para su fortuna, honra para su valor, muerte para su ambición”.
William Shakespeare, ‘Julio César’
En mi opinión es verdad que Bruto amaba a César y también —todavía más— a Roma. Pero hay que comprender lo que para tal senador significaba Roma. Estoy convencido de que para Bruto, la ciudad llamada Roma era, nada más, el sistema político del que Julio César se había apoderado para modificarlo —o transformarlo, para decirlo en términos de la política en el México actual—.
No debemos caer en la tontería de que Julio César se había convertido en un dictador como los actuales. De hecho, de ninguna manera fue eso. Inclusive, como dije en mi artículo anterior citando al escritor Posteguillo, “puede decirse que no ser como un dictador del siglo XX fue el error de César”:
“El gran error de César es su magnanimidad en la victoria. Perdonar la vida a todos los enemigos políticos que derrota, algo insólito en Roma. Gana la guerra civil y permite sobrevivir a sus opositores a los que ofrece el perdón, algo que pagará con la vida”.
SANTIAGO POSTEGUILLO
La magnanimidad de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum podría ser el gran error de estas dos personas, líderes incuestionables en el México de hoy. Andrés y Claudia han derrotado a la totalidad de sus enemigos, internos y externos. En vez de marginales para condenarlos a la extinción, les han sumado al proyecto de la 4T. La prudencia es la principal de las virtudes, pero tampoco hay que llevarla al extremo.
Evidentemente sumar a los enemigos internos y externos ya genera problemas, que pueden complicarse en exceso, relacionados con la unidad de Morena. Mario Delgado, dirigente formal del partido, pospuso el anuncio de las candidaturas a las diputaciones. Debe estar creciendo la rebeldía entre las bases morenistas, leales a AMLO y a Claudia, porque los pactos políticos han determinado entregar posiciones a quienes no han sido tan fieles a López Obrador y a Sheinbaum.
¿Nombres? La gente que Marcelo Ebrard desea colocar en los espacios legislativos. Las exigencias en la CDMX del priista Adrián Ruvalcaba, quien ha corrido la voz de que será el suplente de Omar García Harfuch en el Senado para quedarse con el cargo cuando este renuncie para irse al gabinete de la presidenta Sheinbaum. Haber entregado la candidatura a la alcaldía de Alvaro Obregón a López Casarín…Y así en todo el país, de Mérida a Ensenada, pasando por Monterrey y dando la vuelta por Culiacán, donde las personas más leales a AMLO y Claudia están siendo presionadas más de lo debido por expriistas para, por ejemplo, arrebatarles el Senado.
No hay certeza de que Julio César haya dicho “Et tu, Bruto?”. Ojalá nunca tengan que decirlo Andrés Manuel y Claudia cambiando el Bruto por apellidos y nombres conocidos en nuestra política: ¿Murat? ¿Ebrard? ¿Eruviel?