El Frente es un desastre

Los dirigentes de los tres partidos que conforman el Frente Amplio por México se han agazapado en cada una de sus trincheras para tomar decisiones que, de manera clara, siguen transitando por el terrero de lo tradicional o el clásico dedazo. A todos, hasta ahora, les ha salido mal cuando han tomado determinaciones para elegir a sus abanderados. Pasó con Xóchitl Gálvez. En efecto, todas las direcciones apuntaron a ese hecho y, para justificar su designación, armaron un circo mediático de firmas, declinaciones y hasta posturas que, a la postre, han desencadenado en pugnas internas.

Al Frente Amplio por México, lo que le preocupa, es poder salir de la decadencia política que vive. Pensaron que, con la designación de Xóchitl, las cosas cambiarían. Pero para sorpresa de ellos, las limitaciones de Gálvez y los recurrentes tropiezos son solo la punta del iceberg de la degradación de la derecha. En el fondo, claro está, la mayoría de la población civil sigue repudiando a los tres partidos que, de nueva cuenta, han decidido pactar la alianza para competir. Es decir, ni con el apoyo de las estructuras y de la clase empresarial, lo mismo que de un sector importante de comunicadores, ha podido despertar el interés por el Frente.

En vista de ello, el Frente Amplio nos ha enseñado que, para el caso, siguen siendo los mismos. Las decisiones, por ejemplo, se toman a la ligera y bajo el flujo de un conflicto de intereses. Y lo que es peor, pasan por encima de la militancia, y hasta de los propios niveles de aprobación. El caso reciente fue la designación unilateral y cupular de Santiago Taboada, que, de manera muy clara, perderá la elección en la Ciudad de México. Y eso pasará por una sencilla razón: llegan a la cita previa con una profunda división que, desde todos los ángulos, parece muy evidente que no se sacudirán.

Sabemos que, en un ejercicio electoral, es esencialmente clave llegar en unidad. Incluso, Morena ha superado el proceso interno y, de paso, todos han cerrado filas con Claudia Sheinbaum y Clara Brugada en la Ciudad de México. Eso es una señal clara, a la par de las encuestas, que nos indican lo inminente de los hechos. Previendo que esa cohesión permanecerá en el seno morenista, es muy previsible ir adelantando la derrota de la derecha. Además de ello, la derecha tiene candidatos muy limitados, cuyos conceptos son muy pobres para el debate y la argumentación. De hecho, ese declive lo vive Xóchitl Gálvez, que día con día se equivoca y tropieza.

Qué no nos sorprenda que, para el ejercicio de elección, Xóchitl caiga hasta la tercera posición. Todo pinta para que sea así. No tiene la menor idea de lo que significa un proceso presidencial. Es, de manera paradójica, la mejor aliada de Morena. Pese a ello, Claudia Sheinbaum no cae en excesos de confianza y ha armado el mejor equipo para ganar la presidencia. O sea, una vez más ganará el lopezobradorismo en las urnas.

Es verdad, las elecciones se ganan con votos. Pese a ello, el Frente no podrá hacer nada para penetrar en el ánimo del electorado. Incluso, los mismos columnistas han dicho que, con la entrada de los spots y minutos de publicidad en medios de comunicación, el proceso tendrá un equilibrio. No creemos que sea así, pues Xóchitl enfrentará los mismos retos de posicionamiento. Por esa sencilla razón, todo el Frente Amplio por México, incluyendo sus candidatos, tienen que cargar con el estigma que provoca el efecto de tres marcas políticas que viven el peor momento de crisis de su historia.

El PRI, por ejemplo, está técnicamente roto. Las innumerables renuncias, productos de las malas determinaciones de Alito, lo ponen en la antesala de la extensión. Con ese paso, el Partido Revolucionario Institucional va en franca decadencia. Y todo porque, para la toma de decisiones, Alejandro Moreno no ha estado dispuesto a ceder ni un centímetro. El reparto de candidaturas y espacio de participación parecen ser, ni más ni menos, cuotas de poder para él y quienes han permanecido en las filas del tricolor. Y Alito, equivocadamente, ha hecho valer su poder de dirigente de manera equivocada. De ese modo, ha perdido prácticamente todo lo que ha encabezado en su gestión. Lo peor de todo es que, para el próximo año, ese mismo efecto pasará.

Y qué decir del PRD. De hecho, no hay mucho de qué hablar, pues sobreviven de milagro, empero, el destino político, todo parece indicar, los tiene al filo de su final como partido institucional. Para resumir, no tienen cuadros ni muchos menos una agenda para trascender en los temas dominantes. Lo mismo pasa con el PAN. Dada su descendencia, el Frente es un desastre. Por el momento, arrancarán las campañas con una intención del voto del 24%. Están, ni más ni menos, a 30 puntos de Morena. Siendo así, la elección, como en aquel 2018, será favorable para el lopezobradorismo.

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