Violencia política de género y el abuso del derecho

Javier Tejado abrió una caja de Pandora de la que nos urgía hablar desde hace tiempo: alcances y abuso de la Violencia Política de Género (VPG). En su columna de este martes, queda exhibida la delgada línea entre libertad de expresión y abuso del derecho con fines de censura. Horas más tarde de la publicación y después de que diversos medios de comunicación cuestionaran el uso de este recurso legal, se anunció un desistimiento que implica el hecho de que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) probablemente no entrará al fondo del asunto, a menos, que decidan resolver recursos interpuestos por terceras personas que también presentaron su denuncia.

En mi opinión, se perdió la oportunidad de establecer un precedente que, al resolverse, lograra blindar las publicaciones periodísticas que cuestionan el ejercicio del poder de las mujeres. Recordemos que las denuncias, por sí mismas, no generan precedentes judiciales, sino que son las sentencias mediante los criterios de juzgadores las que lo hacen. Las sentencias sí pueden ser invocadas para generar efectos en algún futuro, y aunque existen sendos cuestionamientos en contra del mecanismo para verificar si es que existe o no Violencia Política de Género en un asunto, como la participación del INE, surgen varias reflexiones base para entender el alcance de estas denuncias.

Primero, entender que los recursos contra la Violencia Política de Género (VPG) son herramientas legales necesarias e importantes para contrarrestar un ambiente hostil que, a menudo, se ensaña contra las mujeres y personas que se identifican dentro de la diversidad de género que existe. Así, generalizar partiendo de un caso en que se ha intentado abusar del derecho sería un error. Así como el recurso de amparo no es, en sí mismo, malo tan sólo porque haya sido utilizado por personas para alargar juicios o evadir la justicia, así el recurso para sancionar Violencia Política de Género (VPG) no es en sí mismo el malo o el mal diseñado.

De hecho, su protección se ha amplificado hasta el punto de que sea extensivo hasta periodistas. Recordemos que, en nuestro sistema legal, cualquier persona tiene derecho a iniciar una acción legal, aunque ello no implique tener la razón y cualquier persona tiene derecho a defenderse. Enfrentar procesos legales tan sólo por escribir, mencionar, investigar, cuestionar, realizar solicitudes de información sobre recursos públicos y finanzas es totalmente injusto, pero eso no implica negar la realidad: las mujeres, tan sólo por serlo, enfrentan en política, tanto quienes son protagonistas de la misma como aspirantes o funcionarias como quienes la estudian, investigan y analizan como periodistas y reporteras, toda clase de ofensas por roles o estereotipos de género.

La violencia política de género sí implica sugerir que la vida sexual de las mujeres es la razón de ostentar un cargo, también es violencia de género cualquier afirmación que englobe o refuerce estereotipos machistas como la idea de que las mujeres son novias, amantes, amoríos de algún personaje. Sin embargo, nada que implique cuestionamientos sobre el ejercicio de una función pública, recursos o elementos que bien se le pueden cuestionar a un hombre pueden serlo. Aun así, denunciar es valentía. Asumir errores, además de humildad, también lo es.

Este tipo de recursos legales improcedentes a quienes afectan es principalmente, a las que han sido y son víctimas de este tipo de violencia. Banalizar o sembrar dudas sobre lo necesario de esta herramienta es terrible. Sin embargo, toda institución legal es perfectible. También exhibe una nueva ruta legal que, aunque improcedente o absolutoria, permitirá a mujeres en política presionar legalmente, hacer gastar en representantes legales y desgastar psico-emocionalmente a periodistas, la profesión más peligrosa en México. Algo inaceptable para todas.

Ser mujer en tiempos en que serlo implica una exigencia adicional implica asumir la responsabilidad de nuestros logros legales. Cambiar la ley, crear acciones afirmativas, herramientas procedimentales, garantías constitucionales y recursos para proteger los derechos de todas no puede terminar en acusaciones de su mal uso, menos arriesgarse a que con el primer pretexto o reforma se restrinjan tanto hasta volverse inútiles o inalcanzables.

Aun así, no hay que confundir peras con manzanas: hablar de aeronaves privadas y gastos no constituye en sí mismo un estereotipo que pueda ser violencia de género; pero las afirmaciones sobre la vida privada y sexoafectiva, no solo de Denise Dresser sino de un sinfín de reporteros y periodistas del TV y Novelas político por supuesto que lo son. Seriedad.

Justicia para Adolfo Enriquez Vanderkam

Fuiste el número 56. Salías de esa taquería típica doblando hacia el Arco de la Calzada. Te llamabas Adolfo Enriquez Vanderkam y eras de pocas palabras, aunque sustanciosas y contundentes. Desde León, Guanajuato, la tierra que combina productividad con terror, contaste cada uno de los que se fueron. Reescribiste sus nombres, sus historias, sus ubicaciones. Siempre sabías más de lo que publicabas pues, contrario a la fijación estadística que encuentra solamente números donde antes había vidas, tu encontrabas historias, relaciones, sensibilidades, patrones, información. Incomodabas. ¿Al crimen organizado? ¿Al narcotráfico? ¿A la Fiscalía empeñada en maquillar cifras de manera perpetua? ¿Son entes distintos?

Fuiste más que el 56. Para el Periódico AM Noticias fuiste el bulto de huesos, sueños y esperanzas rotas tirado entre la pared grafiteada y el sombrío grisaceo de la Ciudad Gótica. Fuiste la noche oscura de un pueblo en el que, aunque sale el sol, nunca amanece porque se respira el miedo. Esa tensión extraña que calla todo lo que quiere explotar en un grito sórdido. Fuiste el que hoy no está, el que para de contar. Supiste a detalle quienes no importaban para las autoridades y quienes construían la cadena de impunidad, el hombre que documentaba aquello que el instinto de justicia despertaba. Y pedir “justicia” a las propias instituciones, policías y funcionarios que se incomodaban por ti parece una burla: los mismos que la tendrían que diligenciar es entre los que se encuentran quienes no te querían más. León, Guanajuato, nunca más.

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