Democracia sindical y revalorización docente, impostergables

Está por concluir la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sigue vigente su compromiso con el magisterio mexicano.

Se trata de dos aspectos relevantes sin los cuales no puede entenderse la transformación que prometió en materia educativa: democracia sindical y revalorización docente.

En el primer aspecto, la Reforma laboral de este gobierno planteó como meta la democracia sindical, con el fin de dotar a los trabajadores la posibilidad de elegir libremente a sus representantes y oxigenar a gremios otrora creados para servir a la causa partidista, a cambio de privilegios a su cúpula, y a costa de sacrificar los derechos laborales.

Desde entonces y hasta ahora, la idea de un cambio significativo en el sindicalismo mexicano se ha ido diluyendo. Si ha habido una transformación sindical, sólo ha sido en el papel.

Los únicos beneficiados con la nueva legislación hasta ahora, quizá sean unos cuantos sindicatos privados que están en el marco de interés de los compromisos del Tratado de Libre Comercio, que ha fungido como norma garante de su modernización laboral.

Empero, esa “democracia” no ha llegado a los sindicatos estatales, donde sigue pendiente la firma de buena parte de convenios laborales y la realización de elecciones libres y transparentes, condiciones mínimas para su democratización.

El caso más próximo, el de Pemex, no cubrió las altas expectativas. Lejos de percibirse como una elección transparente, pareció una mera simulación, cuyo mayor alcance fue encumbrar al personaje más cercano al ex líder sindical de la paraestatal.

A partir del experimento gatopardista, la expectativa tornó hacia el SNTE, el gremio más poderoso en el ámbito en nuestro país.

En lo sucesivo, la democracia sindical magisterial ha sido una expectativa que se está tornando a una funesta resignación, a juzgar por la dinámica de sus procesos electivos internos, donde las esperanzas de renovación prácticamente han quedado sepultadas.

A partir de 2019, el SNTE ha electo la mayoría de sus comités seccionales, y en todos esos ejercicios no existe uno que no haya sido criticado y denunciado por el profundo desaseo generado por su dirigencia, empeñada en reelegirse en febrero de 2023, cuando por estatutos concluye su gestión.

En el segundo aspecto, la revalorización del magisterio establecida por la Reforma educativa 2019, son contados, por no decir nulos, los logros que se pueden celebrar.

Las condiciones en la que viven los más de dos millones de maestros activos y jubilados así lo evidencian.

Siguen careciendo de elementos básicos para realizar su trabajo: salario digno, servicios de salud adecuados, capacitación y recursos tecnológicos y didácticos modernos, entre otros elementos, que les permitan hacer frente a un contexto educativo altamente demandante.

Además, las promesas de cambio profundo en la Carrera Magisterial se perdieron en el laberinto burocrático de la USICAMM, cuyos esquemas de Admisión y Promoción son cada vez menos asistidos por el desinterés que han generado sus deficientes resultados.

Lo anterior, ha fracturado la dignidad magisterial y ha desvalorizado su profesión por lo que ya es perceptible en buena parte del gremio un profundo resentimiento hacia la Cuatro T, que se agravará ante la incapacidad de contención de sus actuales dirigentes, carentes de legitimidad.

Si anteriormente estos habían mostrado capacidad de controlar y dirigir el escozor de sus bases, mediante concesiones y prebendas que les permitía el poder, ahora resulta inviable pues su liderazgo es inexistente y los privilegios son cada vez más exiguos.

En esta lógica, la administración obradorista está a tiempo de cumplir su palabra y retornar su mirada a la base magisterial como lo hizo en sus inicios.

El presidente tiene todavía el voto de confianza de los maestros, las condiciones políticas para reorientar su política laboral y la oportunidad de recobrar la confianza que ha ido perdiendo con un gremio clave en la continuidad de su proyecto de transformación.

Su posible sucesora, en tanto, debería tomar nota puntual de este contexto y generar un diálogo respetuoso entre las distintas fuerzas magisteriales, en aras de trazar una ruta que consolide la democracia y reivindicación magisterial, propuesta acertadamente por el proyecto político actual.

Si esto es posible, habrá las condiciones óptimas para garantizar la lealtad de buena parte del magisterio, tan necesaria en momentos de vaivenes político-electorales y, de paso, fortalecer a un gremio que abonará a consolidar el proyecto educativo transexenal de la Nueva Escuela Mexicana.

Como se ha dicho, una revolución educativa es incomprensible sin la participación de los maestros y, menos aún, podrá materializarse si a ellos no les brindan mejores condiciones que reivindiquen su papel y la oportunidad de lograr por sí mismos una auténtica democracia en su sindicato.

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