Un libro de “Cómo hacer todo mal”; por Andrés Manuel López Obrador
El desastroso desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador frente al huracán Otis, bien podría ser el guion para su próximo libro, que de hecho debería llevar por título “Cómo hacer todo mal”.
La actuación del mandatario en torno a la tragedia que ha sacudido al puerto de Acapulco nos ha dejado un sinfín de ejemplos de lo que no se debe hacer, y al mismo tiempo ha terminado de desnudar a un presidente torpe, incapaz, inepto, limitado, errático, pequeño, sin personalidad, sin estrategias, y sin ideas para hacer el bien, para gobernar, para mostrarse como un estadista, que reitero, ya no lo fue y no lo será.
Incluso antes de llegar a la silla presidencial, Andrés Manuel ya nos había mostrado sus habilidades para hacer el mal, pero una vez habiendo alcanzado todo el poder ha puesto de manifiesto la perversidad que alberga y el daño que puede provocar.
En mi colaboración anterior para este espacio hablé de su arbitraria determinación al instruir la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN); que hoy pone al descubierto no fue una atinada decisión. Sin embargo, el cúmulo de errores, equivocaciones, negligencias, incapacidades, o simplemente mezquindad, se hizo notar el pasado martes cuando decidió no informar con oportunidad a la población de la amenaza que acechaba a la bahía.
Otis tocó tierra en Guerrero durante la noche del martes afectando en forma grave al puerto de Acapulco, ocasionando serias afectaciones al municipio y dejándolo incomunicado desde aquel momento en que desató su furia y golpeó con inmensa fuerza.
Y a pesar de que los defensores de oficio de este gobierno han pretendido imponer la idea de que casi como por arte de magia Otis pasó de tormenta tropical a huracán categoría 5, -considerado el más mortífero por la violencia con que azota cuando toca tierra y los daños que provoca-, la realidad es que no hay manera de ocultar la verdad de los hechos justo porque el National Weather Center de Estados Unidos alertó al respecto casi 24 horas antes, es decir, a las 3:01 horas del martes 24 de octubre.
El presidente López Obrador lo sabía, tuvo la información y fue negligente e indolente al no avisar a los habitantes de Acapulco sobre el peligro que corrían.
López no movió un solo dedo para girar instrucciones a los cuerpos de seguridad, protección civil, a militares, marinos y demás organizaciones a su cargo para emplear los debidos protocolos en las circunstancias que se presentaban y menos lo hizo para proporcionar protección a los ciudadanos. Corrijo, sí movió un dedo, y lo hizo para escribir un mensaje en la red social X, a través del cual anunció ya de noche el mismo martes (20:25hrs.) seguramente desde la comodidad de su cama en una habitación de Palacio Nacional, que el huracán estaba por golpear. El resultado es decenas de muertos, miles de damnificados y daños materiales incuantificables. Todo ello adjudicable a la negligencia criminal del gobierno federal.
Tras la devastación, lo mejor que se le ocurrió fue montar un show para desviar la atención de su indolencia y de paso, ser la víctima como más le gusta. AMLO decidió trasladarse por carretera al lugar siniestrado aún cuando ya todos los medios informativos habían dado cuenta del deplorable estado de las carreteras. Y aquí me niego a relatar el montaje que armó hasta finalmente llegar al puerto porque su farsa no merece concederle mayor atención. El asunto es que, su presencia en Acapulco no provocó diferencia alguna en cuanto a si hubiese permanecido en Palacio Nacional, aunque en ninguno de los dos sitios su intervención fue fundamental simple y sencillamente porque todo lo hace mal.
Para colmo de su pésima actuación, no quiso perder la oportunidad de sacar raja política y entonces ordenó a las fuerzas castrenses y Guardia Nacional impedir que el apoyo ciudadano llegase directamente a los afectados con un evidente y perverso fin clientelista y electoral para que sea Morena y su gobierno quienes se lleven la estrellita en la frente, y los votos, por supuesto.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que la repartición de despensas y alimentos de las autoridades para todos los damnificados que dejó Otis, se realizaría únicamente a través de las fuerzas armadas, según él para evitar que se aprovecharan de la necesidad de la gente. En pocas palabras, nadie, solo él podría sacar beneficio de la tragedia.
Por si no fuese suficiente, en su conferencia mañanera dio a conocer un mensaje que grabó en Acapulco, en el que anunció las acciones a seguir por su gobierno.
“Vamos a comenzar a abastecer de alimentos, despensas; pero vamos a procurar que haya alimentos calientes, no sólo la despensa. Y también decirles que la distribución de las despensas —porque ya tenemos experiencia lamentablemente en estos casos— queremos que la distribución de las despensas las haga la Secretaría de la Defensa y la Secretaría de Marina, no las autoridades civiles ni del gobierno federal, ni del gobierno estatal, ni del gobierno municipal y mucho menos organizaciones sociales llamadas no gubernamentales o de la sociedad civil, para que nadie se aproveche de la necesidad de la gente. En forma directa se va a atender a todo el pueblo, a todos los damnificados de Acapulco.”, dijo.
El mensaje sería replicado a través de perifoneo por todo el puerto, seguramente para que no quede duda que es él y solo él, el único que les está brindado la ayuda.
El manejo de crisis no ha sido menos patético que todo lo anterior.
En sus conferencias mañaneras, ha atacado a los periodistas que se desplazaron al puerto para cubrir las noticias. En el contexto de la emergencia, de la devastación, de la desolación y la muerte, ha vuelto a preguntar “¿cuánto gana Loret?”, ha arremetido contra León Krauze por evidencias en sus reportes de la situación que se vive en el puerto, y ha llamado “buitres” a quienes le reprocharon la instrucción de impedir el paso de particulares, asociaciones y organizaciones con ayuda.
Nada de solidarizarse con las víctimas, nada de mostrar compasión o dolor por la tragedia. Contrario a ello, se jactó de que “tuvimos suerte, no fueron tantos muertos”, como si una sola vida perdida no fuese ya motivo para lamentar.
Grabó un video no para brindar información a los damnificados; no para decirles la ubicación de albergues; no para informarles en dónde se pueden abastecer de agua, comida, de alimentos para bebés, pañales, medicinas. Tampoco lo grabó para exhibir coordinación, confianza, tranquilidad, soluciones. No, lo hizo para mostrar su furia, para dirigir ataques a los conservadores, para leer un tuit del presidente Vicente Fox mentándole la madre, y para defenderse porque la víctima siempre es él.
Sus secretarios, sus funcionarios y su equipo han mostrado que efectivamente lo suyo es únicamente lealtad, porque su talento y capacidad son simplemente inexistentes.
Execrable ha sido la conducta tanto de la gobernadora Evelyn Salgado, como de la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, al igual que la secretaria de Gobernación, Luisa Alcalde y la de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez. Todas ellas se han tomado fotos en helicópteros y caminando por las calles con sus botas limpias y peinados y maquillajes impecables, pero no se les ha visto cerca de la gente ni escuchando a quienes lo perdieron todo.
Acapulco no sólo sufre las consecuencias del huracán, sino también la ineptitud del gobierno de la Cuarta Transformación.
Existen no pocas voces que han denunciado robos, decomisos, asaltos, golpes y amenazas, cuando han intentado acceder por carretera al puerto para llevar ayuda y señalan a militares e integrantes de la Guardia Nacional como responsables de todos los delitos que mencionan.
La poca ayuda que ha podido llegar es gracias a la solidaridad de la sociedad civil organizada pero el presidente ha ordenado retenerla para empacarla en cajas del gobierno y entregarla a nombre de Morena, a pesar de que esto entorpece la distribución.
Así las cosas, como en su momento la pandemia por COVID-19 le restregó en la cara al presidente López Obrador los graves errores que cometió en materia de salud al desaparecer el Seguro Popular y cancelar contratos con farmacéuticas generando un enorme desabasto de medicamentos y la muerte de casi un millón de personas a causa de su fallida estrategia para contener la pandemia; es en estos momentos aciagos para la población de Acapulco, que el devastador huracán Otis ha exhibido el rosario de corruptelas, desvíos, robos, opacidad, nuevamente destrucción y, lamentablemente muerte, que han conllevado sus arbitrarias decisiones, sin menoscabo de la incapacidad, ineptitud, torpeza y mezquindad que priva en el actual régimen.
“Malditos aquellos que con palabras defienden al pueblo y con sus hechos los traicionan”.
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