Otis, un antes y un después

“Ya no puedo seguir

Resistiendo esa extraña sensación

Que me hiela la piel

Como invierno fuera de estación

Tu mirada en la mía

Ignorándose en una lejanía

Todo pierde sentido

Y es mejor el vacío que el olvido

¿Qué más quieres de mí?”

MALUMA

Otis marca un antes y un después. Pasará tiempo para que Acapulco y todas las zonas aledañas de Guerrero recobren su normalidad. Las pérdidas materiales aún no se cuantifican aunque ya se empieza a esbozar una idea de las magnitudes. Las pérdidas humanas han superado el maldito ‘43′ y continuarán incrementándose a medida que se llegue a las comunidades más apartadas y a que se retiren lodo y escombros.

Hay una urgente necesidad de ayuda. Es menester apoyar en la medida de nuestras posibilidades. También el alentar acciones desinteresadas de la gente.

Un antes y después, entonces, para Guerrero, para México por consecuencia… pero para Morena también. Hoy por hoy, la batalla en las redes la tienen perdida los gobiernos emanados de ese partido; estas no permitieron que la lectura de las cosas fuera solo la oficialista. Y si bien el país no es las redes (o no solo las redes), estas tienen repercusiones en el actuar de muchos millones de mexicanos.

De ello es primeramente responsable el presidente; en segunda instancia de quienes lo emulan, los partidarios de la 4t. Ellos se encargaron de polarizar y enrarecer el ambiente (¡lo siguen haciendo!). No debe sorprender, por tanto, que uno de los resultados de ello sea la politización de la tragedia.

Su narrativa previa al desastre la llevaron a nivel tal que trastocó una característica del mexicano: independientemente de diferencias ideológicas, políticas, siempre nos preocupamos por ayudar. En tiempos de crisis olvidábamos la política y nos volcamos en apoyar a quienes más lo necesitaban.

Los videos con drones y de televisoras extranjeras, así como diversos reportajes que nos muestran la tragedia que significa Otis y los testimonios de quienes vivieron en carne propia al huracán, no dejan lugar a dudas: el gobierno no ha estado a la altura de las circunstancias. ¿Debe sorprender, entonces, el reclamo airado de la población que no secunda a la Cuarta Transformación? Naturalmente no. La actuación de los gobiernos federal, estatal y locales estarán bajo la lupa hoy más que nunca.

¿Qué tanto afectará o no la —tan codiciada— popularidad de López Obrador, de Morena, de las dependencias gubernamentales? Eso solo se podrá saber pasados días de la llegada del huracán. La pregunta no es ociosa, pues de la respuesta depende la fuerza del populismo del que se nutre la Cuarta Transformación.

Para bien y para mal, lo queramos o no, las medidas que adoptan los distintos órdenes de gobierno están siendo presas de la contienda electoral del 2024. Todas las partes —partido en el poder y oposición— lo medirán en función de ello. ¿Se podía suponer otra cosa? Por supuesto que no; sería iluso.

El sostener el nivel de popularidad de López Obrador —fundamento esencial de su transformación, como él mismo deja saber de manera recurrente en su mañaneras— dependerá de diversas variables. La primera de ellas, sin lugar a dudas, es la inyección cuantiosa de recursos (en efectivo y en especie) a determinados estratos poblacionales.

De forma inmediata, lo que es visible: la entrega de despensas y atención de primera necesidad. Por demás está decir que no será creíble (ni posible) que todo lo dispuesto para las víctimas tenga que pasar por el empaquetado gubernamental. Desperdiciar tiempo precioso en eso o en el armado de montajes será registrado, por supuesto que sí. Los apoyos condicionados o sujetos a promesas políticas también.

Mas, a raíz de este destructivo huracán, en segundo lugar estará el número —estimado, confiable, real— de los decesos. Cuando inicialmente el gobierno anunció que los muertos eran tan “solo” 23, la información —incluyendo material gráfico— empezó a fluir evidenciando a quien daba esas cifras. Será fundamental que la administración logre mostrar la cifra total de este azote de la naturaleza y el cómo se ha contabilizado/llegado a esta.

En tercer término, la seguridad o la falta de la misma (incluyendo el cómo se perciba la situación fuera de territorio guerrerense desde el resto de la República Mexicana). En detrimento de la 4t operará el que mayor sea la extensión de tiempo de ingobernabilidad en dicha entidad. Si la población palpa abandono —y se requiera la conformación de autodefensas—, el mensaje gubernamental, en lugar de crear confianza, generará mayor malestar.

Finalmente —y no por mencionarlo al último menos importante— la instrumentación de un plan de rescate y reconstrucción económico y social de toda la región afectada. ¿Qué equipo de expertos están abocados a ello? Haría bien el gobierno en dar a conocer sus nombres y que ellos, asimismo, compartan premisas en torno a los cuales ya desde ahora elaboran un planteamiento concreto y viable.

A estas alturas una cosa es clara: ante el hambre que azota, la falta de un futuro inmediato y de mediano plazo, así como condiciones que solo se deterioran al paso de las horas, a la Cuarta Transformación YA NO le alcanza con únicamente señalar a la oposición, a las televisoras, a Vicente Fox. Los tiempos de capitalizar el pasado y la victimización han llegado a su fin. Al obradorismo dieron lo que tenían que dar.

El país será un antes y un después de Otis. Ahora, por primera vez, en gran parte su viabilidad dependerá de qué tan adecuado o no sea el accionar de un gobierno que hasta ahora le ha bastado con ser muy popular.

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