El presidente que no comunica
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está teniendo un muy grave problema: No está sabiendo comunicar. Las causas pueden ser muchas, entre ellas su imperiosa necesidad de controlar lo que ya se le está saliendo de las manos.
Si un don especial tiene López Obrador es la capacidad de hablar. Es un excelente orador. Hay que reconocer que sabe poner énfasis en sus palabras y logra que la gente le ponga atención, de ahí el porqué del arrastre de masas y masas de personas cuando tenía sus mítines en el Zócalo. Creo yo, parte de su popularidad radicaba o radica en ello: en su facilidad para hablar bien, o como coloquialmente se le dice “aventar el rollo”.
Pero ahora es distinto. El presidente ha vivido embates en los últimos tiempos. Por un lado la exigencia de los trabajadores del Poder Judicial para defender sus prestaciones y por el otro lado la tremenda tragedia por el huracán Otis en Acapulco, este último suceso lo toma también de manera “personal” como si fuera en su contra y es por ello que le cuesta poner su atención ahí.
Ahora con lo que dio a entender acerca de que AMLO no le da el visto bueno a las organizaciones civiles para apoyar a los damnificados guerrerenses, sin duda deja muchas puertas abiertas a las especulaciones e interrogaciones que solo terminan en confusión y desconfianza.
El presidente no confía en la sociedad ni en la ayuda humanitaria porque dice que la gente va a lucrar con ello y se van a quedar o a repartir a beneficio personal los donativos. Sugiere, entonces, que sea el Ejército y la Marina que se encarguen de la entrega de estos donativos, para que haya más “control”.
Todo mal con esta forma de manejar la desgracia. Se sabe que no le cae bien la llamada “sociedad civil”, pero ahora más que nunca. Sin embargo, en lugar de reservarse su opinión, la externa, incendiando así el enojo de cientos de mexicanos que tienen listas las manos y el corazón para ayudar de todas las maneras posibles a Guerrero, y que lo ha hecho en múltiples ocasiones.
El presidente no sabe expresarse ante lo que le teme y entonces se hace “bolas”, pues.
Es entendible que el Ejército tenga que intervenir para poner orden y repartir los donativos, pero la gente no está confiando en Morena. Ese es el problema. Y no es la culpa absoluta de este partido. En el gobierno de Enrique Peña Nieto, por ejemplo, se pudo comprobar después que los donativos de la ciudadanía dirigidos a desastres naturales habían sido saqueados, o simplemente ni siquiera habían sido entregados, echándose todo a perder.
Ya no se diga lo que sucedió con la ayuda para los damnificados del terremoto de la CDMX en el 2017. Ni fideicomisos utilizados para ellos ni tampoco donativos en especie.
Nadie supo a donde había ido a parar todo.
Lo mismo sucedió ya con Morena en el poder también con los donativos que los mexicanos realizaron para Turquía por un grave terremoto que pasaron. La periodista Pamela Cerdeira en una investigación que realizó dio cuenta de cómo los donativos no habían llegado a su donativo y se habían quedado en manos de otras personas.
La gente perdió la confianza en el gobierno para donar para los damnificados por el huracán Otis y tener la certeza de que la ayuda sí será entregada.
El problema es que, ante el embate de López Obrador contra la sociedad civil, la gente está prefiriendo no donar y eso es muy grave.
El presidente tiene que transmitir que la ayuda de todos es urgente y necesaria y tiene que aceptar que necesita de esa ayuda para reconstruir a Acapulco.
Se entiende que el Ejército tenga que intervenir para poner orden porque desgraciadamente también hay lugareños que abusa de la situación y ante la sensación de abandono e indiferencia por parte del gobierno, quieren tomar el control de los donativos y manejar ellos la repartición de los mismos.
Tristemente, ya sabemos que hubo saqueos a muchas tiendas de conveniencia y centros comerciales y ninguna fuerza pública ni policial ni militar intervino para impedirlo.
Hoy se tiene la percepción de que los donativos de la sociedad civil no serán entregados a los damnificados y esto es un error.
El presidente, insisto, tiene que, incluso, dejar a un lado su soberbia y arrogancia para solicitarle a la gente de su ayuda, pero, ¡por favor!, que no se ponga a decir en un momento como este que los donativos de la sociedad civil tienen intereses obscuros.
Jamás en mi vida las veces que he llevado donativos por ejemplo a la Cruz Roja o hacia algún centro de acopio me ha pasado por la cabeza que al hacerlo voy a obtener algo a cambio para mí.
El presidente se metió con una de las cosas de las que más nos sentimos orgullosos los mexicanos: nuestro sentido de solidaridad. Ese se activa en automático cuando otros mexicanos se encuentran en desgracia. La sociedad civil se coordina y se mueve para hacer algo por alguien más. Y lo hace desde el fondo de su corazón.
El presidente de todos los mexicanos, entonces, comunica erróneamente, que este accionar de la ciudadanía no es genuino. Y nos pega donde más nos duele.
Lo lamentable es que, ante su comentario mal dirigido en un mal momento, por supuesto que genera en la gente inseguridad y desconfianza. Y entonces la gente empieza a dejar de donar.
Señor presidente: sabemos que lleva casi 6 años queriendo hacernos sentir que usted todo lo puede. Sabemos que ama que la gente le pida ayuda o dinero, pero por favor, Acapulco está devastado. No va a tomar un día o dos repararlo. Se requerirá de mucho tiempo para que vuelva a estar de pie y brille como siempre brilló.
Pero para eso usted debe de aceptar que se necesita la ayuda de todos los mexicanos. Aceptar la ayuda de los morenistas o de los de “la derecha”, de pobres o de ricos, de panistas o petistas no lo hace verse como un presidente que perdió el poder.
Por favor, señor presidente, déjese ayudar y déjenos ayudar… Ayudar a otros no es quererlo molestar ni golpearlo políticamente ni desacreditarlo… Ayudar es por el simple y profundo hecho de: Ayudar a otros.
No se ponga en medio, señor presidente. No con los mexicanos. Que sin dudarlo siempre nos unimos en la desgracia. Esto no es personal ni es contra usted.
Quizá a eso le teme usted a la unidad. Le sabe mejor la confrontación y la división. Pero no ahora, señor presidente. No ante una tragedia de dimensiones catastróficas como lo fue Otis para Acapulco.
Los turistas pasarán el susto y pronto estarán en sus casas a salvo pronto, pero los que viven allá, y viven del turismo, ese que saldrá de Acapulco para no regresar en años, nos necesitan. No nada más a usted lo necesitan, señor presidente. Nos necesitan a todos.
Por favor déjenos ayudar… Por favor, déjese ayudar.
Es cuanto.