Todo muere en esta vida, hasta los muros
IRREVERENTE
¿Pues no que el pueblo bueno lo cuidaba?
CDMX.- Les platico:
Es una ciudad amurallada.
Las barricadas de metal “protegen” incluso hasta al “Museo Memoria y Tolerancia”, en cuya entrada la gente puede tocar -si quiere- un enorme fragmento del derribado Muro de Berlín.
El Hemiciclo a Juárez: amurallado.
La SRE: amurallada.
El Congreso de la Unión: amurallado.
Edificios públicos de todo tipo: amurallados.
Iglesias alrededor del Zócalo: amuralladas.
El mismo Palacio Nacional es una versión actual del llamado “muro de la ignominia” que separó a los alemanes tras la II Guerra Mundial.
Con graffiti y toda la cosa.
Afuera, los que protestan y adentro los protegidos.
Solo falta que amurallen también a la “Catedral del Taco” a un costado del Palacio Nacional. Poquito le falta a esta ciudad.
Apariencia de la superficie.
Camionetas blindadas con niveles propios de un país en Guerra estacionadas a las entradas del Palacio.
Ron Ziv dice que ni en la sede del gobierno del Estado de Israel se ven estos fortachones vehículos que están aquí para cuidar cual convoy del neoliberalismo, al presidente que se autoproclamó como el más amado en la historia de México.
Se necesitan seis hombres para mover cada pliegue de los muros metálicos que pululan por doquier en la CDMX.
Los vimos haciendo sus maniobras frente al Palacio de Bellas Artes.
Se ve fea esta ciudad amurallada, pero aquí andamos.
“Todo sea por los premios”, como decía mi nunca suficientemente bien llorando Julio Cortázar.
Cajón de sastre:
“O como decía tu abuela la ex alcaldesa: he aquí la fragilidad de la apariencia”, detona la irreverente de mi Gaby.
Para Rose Manzur y Rosemarie Harfuch, por nuestro feliz encuentro, en la capital de un país donde la gente vive feliz, feliz, feliz.