Reflexiones sobre el agradecimiento y una certeza: Más que sobre fideicomisos, se trata de constitucionalidad

Parece ser que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos aún existe. Su lento desvanecimiento e irrelevancia es prueba de una fracasada existencia durante el sexenio de la Cuarta Transformación, en la que los “derechos humanos” se confundieron con un elemento más de propaganda populista que por años conquistó los corazones de varios que hoy se apartan y se guardan en el espectro indefinido político de los “decepcionados”.

Decepcionados como las y los consejeros de esta institución que preside Rosario Piedra Ibarra, quienes presentaron este lunes la renuncia colectiva y total acusando que son ignorados después de emitir recomendaciones que han sido “desdeñadas” mientras que, desde la presidencia, se les ha descalificado y atacado en cada oportunidad y espacio, igual en sesiones que en redes.

Para coronarse como el día negro contra los derechos humanos, el mismo lunes fue nombrada Teresa Reyes Sahagún como titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, aquel espacio que se desborda tras la ausencia de Karla Quintana en medio de guerras de cifras por minimizar la incidencia del “crimen perfecto” en que se ha convertido la desaparición forzada.  Reyes Sahagún logró el cargo tras un proceso sigiloso que destacó por su discreción y porque ninguna de las organizaciones de buscadoras fue consultada sobre este nombramiento. De hecho, ni siquiera cumple los requisitos de la Ley General de Desaparición Forzada que exige al menos dos años en trabajos relacionados con esta materia. Reyes Sahagún se había desempeñado previamente como directora general del INEA, Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, desde 2021. Eso sí. Su proceso, según lo anunciado, estuvo acompañado de “consultas públicas a colectivos de víctimas, personas expertas y organizaciones de la sociedad civil”, aunque probablemente haya sido una consulta presidencial en la que una sola voz fue la representante de todas las anteriores y tan públicos fueron los 53 millones de votos, que no se necesita más.

Parece ser muy conveniente que, en plena crisis por desapariciones con más de 112 mil personas no localizadas del Registro Nacional oficial, en plena crisis por asesinatos contra activistas ambientales y en el marco de la poca memoria y justicia, la CNDH no sirva y la Comisión de Búsqueda no sea operativa de la mano con las agrupaciones que no pueden darse el lujo de renunciar.

Me pregunto ¿Qué ha llevado a Rosario Piedra a comportarse en tal nivel de indolencia y desdén? ¿Cómo una servidora pública como Teresa Reyes Sahagún acepta un cargo relacionado con una materia que le es tan lejana? ¿Cómo aceptar trabajar en materia de desaparición forzada en el momento más crítico del sexenio, cuando el mínimo error puede ser caro políticamente? Y es que, pensando en que no hay interés por la dignidad humana, al menos en el cálculo político algo debe de pesar que la nueva Comisionada de Búsqueda nunca haya buscado, atendido víctimas, escuchado a madres buscadoras o siquiera, interactuado con las estadísticas y su Registro.

¿Por qué lo harán? ¿Por qué aceptar con silencio y pasividad aquellos espacios clave que tienen tanta responsabilidad con un país que acumula víctimas? Ninguna de las dos funcionarias tenía ambiciones políticas antes de aceptar aquellos cargos. De hecho, Piedra hereda una historia por la que llega a la escena pública mientras Reyes Sahagún parece ser una funcionaria disciplinada que atiende a lo que se le solicite. Eso implica que no se trata de perseguir hueso o destacar desde el protagonismo que en la política suele manchar a la administración pública. ¿Por dinero? Ciertamente, los cargos ofrecen estabilidad en ingresos y prestaciones, como las que están en juego para trabajadores nuevos del Poder Judicial de la Federación. Aunque no parece ser el caso. Probablemente, se trate de agradecimiento.

¿El agradecimiento tiene límites? Si es así, ¿cuáles son?

Aristóteles aborda el agradecimiento en su ética a través de la noción de la virtud de la gratitud. Según él, el agradecimiento es una virtud que se relaciona con la amistad y la reciprocidad. En su obra “Ética a Nicómaco”, sostiene que el individuo virtuoso debe expresar su gratitud hacia aquellos que le han beneficiado, ya que esto fortalece los lazos sociales y fomenta la amistad. Para Aristóteles, el agradecimiento es una parte esencial de la vida ética y es un signo de virtud. Sin embargo, cuando se trata de política, interpretaba la gratitud (o su exceso) como una señal de debilidad incompatible con la magnanimidad: creía que el endeudamiento, emocional o moral, era síntoma y sinónimo de sumisión o inferioridad. Como siempre, en su teoría del justo medio tendría que existir. Similar a la virtud del ministro González Alcántara Carrancá, que, a pesar de haber sido propuesto por el presidente, ha salido a defender el financiamiento que por años acumularon las cuotas de trabajadores del Poder Judicial de la Federación en fideicomisos que administran de forma autónoma.

Cicerón, filósofo, político romano y orador, decía que “la gratitud no es solo la mayor de las virtudes, es la madre de todas las demás”.  Este autor clásico también considera el agradecimiento como una virtud fundamental en su obra “De Officiis” (Sobre los deberes). Él argumenta que el agradecimiento es esencial para mantener y fortalecer las relaciones sociales y familiares. Cicerón enfatiza que el agradecimiento es un deber moral que implica reconocer los beneficios recibidos y corresponder de manera apropiada. Para él, la gratitud es una muestra de la virtud y la rectitud moral. La manera apropiada, por supuesto, tendría que contemplar el apego al ejercicio de las facultades que la ley brinda a una institución. Algo lejano a lo que sucede en la CNDH. ¿Se tratará tan sólo de la omisión sistemática, y en tanto omisión, reclamable?

Los estoicos, como Séneca y Epicteto, también tratan el tema del agradecimiento en su filosofía. Consideran que el agradecimiento es importante, pero lo abordan desde una perspectiva más desapegada. Los estoicos creen que debemos ser agradecidos por lo que recibimos, pero también deben estar preparados para perderlo, ya que todo en la vida es efímero. El agradecimiento, desde la perspectiva estoica, se relaciona con la aceptación de las circunstancias y la serenidad ante las ganancias y pérdidas. El asunto es que cuando se trata de facultades, existen obligaciones y sanciones.

En el fondo, entre la CNDH, la Comisión Nacional de Búsqueda, las protestas en defensa del Poder Judicial de la Federación se debaten algo similar: las funciones constitucionales que integran el sistema de garantías, reconocimiento y protección de los derechos fundamentales. Su efectividad y eficiencia, su manera de ser paralizadas con nombramientos a modo entre los que se trastoca la esencia de pesos y contrapesos. En teoría, la CNDH es la defensora del pueblo por definición… pero esa defensoría no escucha ni a sus propios consejeros. Esa forma de control es la que se debate en el presupuesto del Poder Judicial, que lejos de pelear simple y sencillamente cantidades de dinero o fideicomisos, se debate el continuar siendo funcional y autónomo en medida de lo posible.

No solo se trata sobre cambios aislados, se trata de uno de los momentos más delicados en que se van debilitando, poco a poco, los poquitos accesos ciudadanos a establecer frenos contra los actos de autoridad. Ni siquiera se trata únicamente sobre los derechos de los trabajadores del Poder Judicial, se trata sobre la nulificación de los mecanismos existentes para el acceso y garantía de los derechos para cualquier ciudadano. Cualquiera que podría desaparecer y no ser contabilizado o buscado; cualquiera que podría sufrir un abuso de autoridad y no tener Comisión de Derechos que emita recomendaciones ni reconocimiento de que aquello sucedió; cualquiera que no podría recibir atención pronta o protectora mediante amparo. Se trata de fraudes a la Constitución, de ese nivel es lo que se debate.

Entonces, si es que el agradecimiento debe de tener límites, vaya malagradecidos que hoy colocan en jaque la funcionalidad de tantas instituciones que costó años construir. Las instituciones sí se tocan, pero para ser fortalecidas y adaptadas a las necesidades crecientes. Asimilar la magnitud es la base para salir de la dicotomía “privilegiados contra pueblo honesto” o “golpistas contra ciudadanos de Noruega con cifras perfectas”. Asimilar para detener el embate.

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