Juan Villoro rinde tributo a maestros con El profesor Zíper
En la historia infantil, niños se enfrentan a los temibles personajes que quieren controlar las palabras y a la gente; “ trato de rendir homenaje a los que no imponen el saber, sino que lo contagian”, dice a La Razón
El lenguaje, entendido como un hecho comunitario y como una creación colectiva, es un organismo vivo que, a su vez, puede ser utilizado como un instrumento de liberación o de control, dijo el escritor Juan Villoro a La Razón, con motivo de la presentación de El profesor Zíper y las palabras perdidas, su obra más reciente, editada por el Fondo de Cultura Económica (FCE).
En esta entrega de la serie de Villoro acompañaremos a Alex en una nueva aventura en la que tendrá que resolver el misterio de las palabras que comienzan a desaparecer.
Junto con sus amigos Julia y Asdrúbal, se enfrentará con temibles personalidades que pretenden controlar el lenguaje y a la gente; pronto se dará cuenta de que la Academia de Control y el malvado Criptograma están detrás de esto. Por supuesto, tendrá que recurrir al entrañable profesor Zíper y sus inventos para salir del embrollo, además de contar con la ayuda de personajes como Francisco Hinojosa y El Fisgón (Rafael Barajas, quien ilustró la obra), quienes resultarán piezas clave para descifrar los acertijos de esta divertida historia.
“Esta obra es un homenaje a los maestros. Necesitamos referentes, personas que nos abran puertas y los maestros que logran hacer esto son fundamentales.
“Le debo mucho a los maestros que me han revelado cosas que no sabía. Para que un maestro logre esto él mismo debe ser un apasionado del conocimiento. Por desgracia también hay muchos maestros que son burócratas de la enseñanza, imparten clases por mera rutina y llegan a ser autoritarios. En Las palabras perdidas yo trato de rendir tributo a los maestros que no imponen el saber, sino que lo contagian a través de su pasión”, contó Villoro.
Sobre la literatura para niños, a la cual vuelve con este libro, el escritor explicó que trata de establecer contacto con su niñez y aseguró que para lograr conectar con el público infantil primero se debe sentir en carne propia la emoción que se les quiere compartir.
“Lo más complejo de escribir para niños es ponerte en una situación diferente a la tuya, darle vacaciones al adulto, darte de baja como la persona que eres, para ingresar en un campo imaginario donde asumes otra edad”, dijo.
Señaló que muchos autores que son espléndidos han fracasado, porque se tiene la idea de que al escribir para infantes se debe de usar un lenguaje simplificado, y no es así.
“Fracasan al escribir para niños porque consideran que lo único necesario es simplificar el lenguaje y, por otro lado, edulcorarlo un poco para hacerlo más tierno, usar diminutivos y lo único que logran es empobrecer su literatura”, apuntó Villoro.
El lenguaje y la educación. Desde la perspectiva del escritor, el conocimiento, cuando no se democratiza, puede ser utilizado como una forma de control y las palabras se vuelven peligrosas por contexto. En El profesor Zíper y las palabras perdidas empiezan a desaparecer palabras que tienen que ver con la rebeldía, la libertad, la ciencia y la creatividad porque la Academia de Control, cuyos miembros son los expertos del lenguaje, los dueños del diccionario y quienes deciden qué palabras deben ser censuradas, no quiere que exista un lenguaje vivo.
Sin embargo, el lenguaje no es ajeno a los prejuicios, a los barbarismos, a las discriminaciones y tiene que modificarse. “Podemos transformarlo. El lenguaje no ha sido ajeno al machismo, ha habido una dominación heteropatriarcal prácticamente en todas las sociedades del mundo y vale la pena desmasculinizar el lenguaje sin vulnerar su esencia y su raíz. Este trabajo no se debe hacer por decreto, no se deben prohibir palabras ni se deben imponer otras, es un proceso colectivo que entre todos debemos lograr a medida que tengamos mayor conciencia social”, aseguró Juan Villoro.
Sobre el lenguaje inclusivo, argumentó que la discusión sobre éste no tiene que ver necesariamente con criterios filológicos, sino con el uso social de la lengua. “Basta con que la mayoría de la población considere que el lenguaje no representa a toda la pluralidad de quienes lo hablan para que éste sea cuestionado y necesite transformarse”.
Dentro de la historia, sólo tres infantes se interesan en la clase de literatura, impartida por el maestro Bernardo Banfi, y el resto de los niños ignora la lección. Un salón de clases, entendido como un microcosmos de la comunidad, debe recuperar a los rezagados, a esos niños que no entendieron o no se interesan por la clase, afirmó el autor.
“Hay un sentido de la educación, muchas veces, competitivo que hace que unos alumnos destaquen y otros reprueben. En una verdadera dinámica educativa se construye una comunidad. Si alguien no entiende, eso no es problema suyo, es problema de todos. Por lo tanto, el grupo debe hacer algo para rescatar a los rezagados”, dijo.
Indicó que tampoco debe premiarse a nadie por tener más conocimientos. “Creo que la resistencia de las sociedades depende de tener una idea comunitaria de la cultura. De entender a la sociedad como ese salón de clases en el cual, si uno está en desventaja, eso no es un problema personal, sino un problema, también, de todos los demás”, aseguró el escritor.
Traductor, periodista y escritor
Trayectoria: Tiene más de una treintena de libros publicados, por los cuales ha recibido diversos reconocimientos en México y el extranjero. En el FCE también ha publicado el cuento Las golosinas secretas y las novelas El libro salvaje, Autopista Sanguijuela, La cuchara sabrosa del profesor Zíper y La fabulosa guitarra eléctrica del profesor Zíper
El fisgón
Curador, pintor, escritor y caricaturista político
Trayectoria: Sus trabajos han sido publicados en diferentes medios impresos. El FCE ha ilustrado varios libros
y es autor e ilustrador de Travesuritis aguda y ¿Me planchas mi elefante, por favor?